¿Qué pasará tras la declaración de Uruguay? El Economista dialogó con tres especialistas sobre el futuro del bloque regional. Existe un refrán popular que dice “el que avisa no traiciona” y, justamente, Uruguay avisó. El martes, el presidente Luis Lacalle Pou anunció que su país buscará concretar individualmente un Tratado de Libre Comercio (TLC) con China, algo no contemplado por el Tratado de Asunción y el Mercosur. Aunque la noticia generó gran repercusión, era algo esperable: el 7 de julio, un día antes de que Argentina le traspasará la presidencia pro tempore del bloque a Brasil, Lacalle había anticipado que, ante la negativa de flexibilizar las normas comerciales, su país comenzaría a negociar pactos en soledad. Si bien desde Montevideo señalan su deseo de que los otros socios se acoplen, han decidido asumir el riesgo de quebrar el Mercosur (o, cuanto menos, a dar la sensación de que lo harán). El interés nacional sobre el regional. “Dijimos que el Mercosur en su conjunto tiene más poder negociador que solo. Lo que no estábamos dispuestos o no creíamos oportuno es que, porque los demás países no avancen, el Uruguay deba quedarse quieto. Eso nos parecía, a todas luces, equivocado”, dijo el jefe de Estado, en una conferencia de prensa posterior a que comunicará la novedad a los partidos de la oposición. El anuncio del país oriental seguramente generará mayor malestar en el Mercosur, que ha vivido momentos de gran tensión a lo largo del año, como sucedió durante la celebración de su 30 aniversario, cuando Lacalle llamó indirectamente “lastre” a Argentina y Alberto Fernández lo invitó a bajarse del barco si algo no le gustaba.
Las preguntas
¿Cómo se llegó a la actual situación? ¿Qué pasará a futuro? ¿Puede desintegrarse el bloque? Estas son algunas de las preguntas que surgen tras la declaración uruguaya. Por ello, intentando buscar respuestas, El Economista dialogó con tres especialistas para despejar algunas cuestiones. Según Marcelo Elizondo, especialista en comercio internacional, el Mercosur está padeciendo problemas de fatiga. “De los 20 acuerdos de integración colectiva que existen en el mundo, el Mercosur es el que menos relación exportaciones/PIB tiene. Apenas arroja el 15% de exportaciones contra el PIB, cuando el promedio en el resto de los grupos es 33%”, señala.
El analista explicó que claramente hay serias dificultades para desarrollar el comercio externo de la región. Por ello, agregó que “tanto Brasil como Uruguay están reclamando más internacionalidad. Por un lado, Brasil impulsa TLC del bloque en su conjunto con terceros países. Por el otro, Uruguay desea mayor autonomía y que lo dejen negociar por su cuenta. Esto último tiene que ver con que, al ser una economía chica, el peso del bloque le significa demasiado condicionante y un beneficio menor a la hora de negociar”. Elizondo opina que, para ello, “Uruguay está implementando una estrategia internacional de posicionarse como un proveedor de alimentos de calidad. El problema es que el Mercosur no tiene consenso en su estrategia internacional. Hoy en día existen visiones más autonomistas como la de Uruguay, más aperturistas como la de Brasil y más defensoras del status quo tradicional como Argentina”. Sin embargo, Esteban Actis, doctor en Relaciones Internacionales, planteó una interesante cuestión: “Habría que averiguar si el anuncio de Uruguay es una estrategia para presionar y generar un cambio en las posturas estatusquistas de Brasil y Argentina o si la negociación con China tiene un fin en sí mismo y representa una patada al tablero”.
Como ejemplo, Actis recordó que, en 2006, el expresidente Tabaré Vázquez anunció que Uruguay comenzaría a negociar un TLC con EE.UU. En 2004 se había creado el Fondo para la Convergencia Estructural del Mercosur, pero no estaba operativo. Y, tras la “amenaza”, el mismo se activó. En el caso de que sea una iniciativa en sí, Actis cree que “Uruguay está pensando en un modelo de inserción económica internacional al estilo chileno. El tema es si Uruguay podrá llevar a cabo este modelo con la impronta uruguaya, lo que significa compensar los problemas domésticos que este modelo genera, como la desigualdad. Si nos guiamos por los últimos acontecimientos, Chile no lo logró”. Sin embargo, más allá de esa cuestión, Actis consideró que la actual situación no es sorprendente si se considera “la especialización productiva de Uruguay, que a diferencia de la de Argentina y Brasil no tiene un sector industrial importante; sus socios comerciales (China es el principal) y la voluntad política e ideológica del Gobierno de Lacalle sobre el beneficio de los TLC”. Respecto al interés de Uruguay por China, Actis explicó que, al analizar la relación entre estos dos países, “podemos ver que en los últimos años el vínculo se ha ido profundizando. En 2018, Uruguay fue uno de los primeros países en sumarse a la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, mientras que en 2020 se sumó al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y este año anunció que se sumará al Banco del BRICS. Por ello, este TLC viene a consolidar este eje asiático de la política exterior comercial de Uruguay”. Al igual que Elizondo, Julieta Zelicovich, doctora en Relaciones Internacionales, coincidió en que “los miembros del bloque no tienen una convergencia de miradas respecto de cuál es la función del Mercosur para sus economías y sus sociedades, ni respecto a cuál es el lugar que le corresponde al bloque en el mundo y en las estrategias de inserción internacional”.
Para Zelicovich, el anuncio de Lacalle Pou puede desembocar en cuatro hipotéticos escenarios.
“En primer lugar, pese a la intención uruguaya, Uruguay podría terminar echándose atrás debido a diferentes dificultades en la negociación bilateral fuertemente asimétrica. Así, el anuncio de Lacalle se convertirá en una más de las iniciativas uruguayas que el país ha tenido en su agenda externa y no trascendieron”. Por otro lado, “Uruguay podría lograr avanzar con el TLC y terminar imponiendo una flexibilización de facto del Tratado de Asunción y del Protocolo de Ouro Preto, dando lugar a un Mercosur cada vez más perforado y debilitado”. Un tercer escenario sería que “la decisión uruguaya provoque un momento de sinceramiento entre los países y desemboque en una refundación del Mercosur a través de un nuevo tratado que le dé sentido y convergencia al bloque, aunque es una posibilidad muy lejana teniendo en cuenta las diferencias ideológicas”. “Por último, podría generarse un Uru-Exit, es decir que Uruguay abandone formalmente el Mercosur, aunque esta posibilidad tampoco es muy probable, ya que aún queda un largo camino por recorrer y la apuesta es por la negociación”, finalizó Zelicovich.
Nuevo encuentro
Se verá cómo sigue el shock charrúa. Puertas adentro, también. “Un TLC no se refiere únicamente a lo que uno quiere vender, también a lo que quieren vender los demás”, recordó ayer el excanciller del Frente Amplio (FA), Rodolfo Nin Novoa, en alusión a China. Un “Uru-Exit” también complicará el comercio con los vecinos. El próximo encuentro mercosuriano será el 22 de septiembre y la situación está tensa. No sólo por el anuncio de Lacalle sino por la escasa coordinación de los dos grandes jugadores: Brasil, que hoy lidera de modo pro-tempore el bloque y Argentina. Ayer circuló la versión de que la Cancillería que lidera Felipe Solá podría solicitar que Uruguay se retire del bloque si negocia con China. Podría ser una forma de averiguar si las intenciones de Uruguay son reales, o no. https://eleconomista.com.ar/