La empresa Fewell desguaza los barcos reflotados y vende la chatarra en el mercado nacional e internacional. En la zona de Capurro hay dos barcos abandonados. Uno de ellos, un pesquero de unas 400 toneladas de desplazamiento, está semioculto entre dos enormes barracones y su silueta se percibe desde los accesos si el visitante presta mucha atención cuando mira hacia el agua. La otra embarcación, que ya fue casi totalmente vandalizada, yace contra la arena y es una postal de Capurro. Cuando la marea baja, el buque oxidado se escora hacia una banda. Es evidente que sus bodegas tienen agua u líquidos inflamables, químicos de las bodegas refrigeradas o aceites. Pronto, ese barco abandonado dejará de ser una postal del oeste de la ciudad de Montevideo. “Esa embarcación está en la lista a ser reflotada y desguazada”, dijo a El País Oscar Gómez, director de Fewell, una empresa que integra el grupo Christophersen. El mismo destino tendrán otros buques ubicados en el denominado “Cementerio fantasma de embarcaciones”. Se trata de una concentración de unos cincuenta barcos que se apilan en una zona que en el pasado se denominaba antepuerto (bahía interna de Montevideo). A poca distancia de allí, se observan otros pesqueros semihundidos o acostados en el lecho de la Bahía de Montevideo. Hace 10 días, las grúas Fewell 3 y Fewell 4 estuvieron trabajando en el Dique Cisterna, ubicado a poca distancia del cementerio de barcos, en las tareas de reflotamiento y desguace del “Insung 2”. Después de extraerle sus líquidos, el “Insung 2” fue remolcado el 26 de agosto pasado por la grúa Fewell 3 desde el puerto hasta Puntas de Sayago. Allí, mediante el trabajo de una gigantesca grúa, la empresa Fewell desguaza los barcos reflotados y vende la chatarra en el mercado nacional e internacional. Por el momento hay tres embarcaciones en Puntas de Sayago a la espera de ser desguazadas. Se trata de buques de cierto porte: pesan entre 300 y 600 toneladas.
“(La limpieza del cementerio de barcos) es un proceso que viene bien. Después de muchos años se está empezando a resolver un problema que es ambiental, operativo y estético. La limpieza de la bahía para esta administración fue uno de los objetivos que nos pusimos y venimos avanzando a buen ritmo. Para fin de año ya se va a notar la diferencia. ¿Se podía hacer? Si”, dijo a El País el presidente de la Administración Nacional de Puertos, Juan Curbelo. El jerarca de la ANP aludió de esta forma a declaraciones del exministro de Transporte, Víctor Rossi (Frente Amplio), realizadas en 2018 sobre la dificultad de eliminar el cementerio de buques.
“Tenemos ese problema de los barcos hundidos y semihundidos, abandonados y la peligrosa chatarra que aflora o sumergida en aguas de nuestra bahía, un verdadero cementerio de Barcos que nos está reclamando nuestra atención cada día”, dijo Rossi. Y agregó: “Digo la verdad, todavía no tenemos una solución eficiente. Por cierto, tenemos que encontrar una fórmula para eliminar este tema en forma permanente. La tendremos que hallar y la encontraremos”.
A principios de 2020, el entonces presidente de la ANP, Alberto Díaz, cedió un predio en Puntas de Sayago a las tres empresas a las que se les adjudicó la licitación para el desguace de 25 embarcaciones y restos que están en la bahía de Montevideo. Dichas compañías cedieron el contrato a la empresa Fewell. Se trata de una primera etapa para la eliminación de esos barcos, cuyo costo rondará los US$ 4 millones. En la misma línea que Curbelo, Gómez (Fewell) señaló que la firma continúa con los trabajos de limpieza del puerto de Montevideo. Y agregó que las extracciones de combustible de los barcos se realizan con bombas instaladas en las dragas y se colocan barreras en el agua por si hay derramamientos de líquidos.
Un problema que lleva casi 200 años
En 1838, el entonces presidente de la República, Fructuoso Rivera, ya tenía en la bahía de Montevideo 200 barcos hundidos, semihundidos y abandonados constituyendo un verdadero problema para la navegación a vela de entonces. En 1901, las dragas resultaron dañadas por restos hundidos, cadenas y anclas cuando iniciaron obras de construcción del nuevo puerto. En 1992, el entonces presidente de la ANP, Eduardo Alvarez Mazza, llevó a cabo un amplio plan de limpieza de la bahía mediante la extracción de decenas de restos de barcos chatarra que sin duda erogó mucho dinero y en cuya acción participó una empresa de buzos y salvamentos argentina. Ocho años más tarde, el problema retornó. Barcos extranjeros abandonados y embargados imposibilitaban que el Estado pudiera apropiarse de ellos y desguazarlos. Según el capitán Martin Thomassett, ex director de Marina Mercante, este escenario deprimente que presagia inseguridad, se extiende a otros puertos del país. https://www.elpais.com.uy/