Tormentas solares ‘caníbales’: ¿una amenaza para la Tierra?

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La inversión del campo magnético del sol, que se completará en 2025, dispara la actividad de nuestra estrella, escupiendo plasma solar contra nuestro planeta. Como si no tuviéramos suficiente con la ola de calor que azota la Tierra, el sol se ha cabreado. A primera hora del pasado martes, la mancha solar AR3363, al suroeste de nuestra estrella, produjo una llamarada solar que los científicos denominan con el nada sosegante nombre de caníbal, y la previsión más inminente es que haya más. A simple vista, parece una explosión en la superficie del sol que eleva una nube gigantesca, o un brazo de luz que quiere escapar de nuestra estrella. Técnicamente, se trata de una eyección de masa coronal, plasma solar que viaja con los vientos solares a una velocidad de 800 kilómetros por segundo, cargado con la energía suficiente, según la NASA, para abastecer de energía EEUU durante un millón de años. El plasma acaba estrellándose contra nuestro planeta en cuestión de días, provocando una tormenta geomagnética, que es la principal razón por la que tenemos al sol en permanente vigilancia por parte de la comunidad científica.

El pasado domingo se detectaron tres llamaradas que provocaron apagones de radio. La llamarada caníbal del martes, que son en realidad dos llamaradas que se superponen, fue calificada de baja intensidad, y causaron auroras boreales y fallos temporales en las comunicaciones de alta frecuencia en latitudes árticas, y probablemente también en algunos satélites. La Tierra dispone de un escudo de defensa natural, nuestro campo magnético, que desvía este viento eléctrico hacia los polos. De hecho, según la NASA, no son dañinas para los seres humanos que pisamos la tierra, cosa que no pueden decir los astronautas, como tampoco los pasajeros de vuelos que pasan cerca de los polos pueden recibir pequeñas dosis de radiación. Las consecuencias extremas de estas tormentas serían apagones, y el colapso de sistemas de red como la caída de internet, ya augurada en multitud de ocasiones cada vez que se producen estos eventos. Por suerte la última vez que ocurrió un evento de este tipo ni siquiera había internet, fue el 1 de septiembre de 1859, y los científicos lo denominan evento Carrington porque así se llamaba el astrónomo británico que lo registró, y que dejó fuera de servicio la red telegráfica durante 14 horas y causó auroras boreales en puntos inverosímiles de la Tierra. Los científicos creen que esos eventos sólo ocurren cada 500 años, y pueden predecirlo porque los ciclos del sol se miden en períodos aproximados de once años, que es lo que tarda en invertirse el campo magnético del sol. El ciclo comienza cuando la actividad magnética es mínima, y acaban cuando es máxima, un evento que ocurrirá en el verano de 2025, en el que se multiplicarán estos eventos violentos y explosivos.  https://www.elmundo.es/

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