¿Qué queda de los glaciares que hubo en Cerro Largo hace 300 millones de años?

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Científicos estudiaron las huellas de las enormes masas de hielo que dominaron esa región hace 300 millones de años.  Cerro Largo, San Gregorio de Polanco y Andresito tenían otro paisaje: uno dominado por enormes masas de hielo. Hace 300 millones de años, a finales del Paleozoico, ocurrió una gran glaciación que transformó a esa parte del territorio en una postal más parecida al actual sur argentino. Y ese manto blanco se extendió por el sur de Brasil y Sudáfrica, dado que, por aquel entonces, eran piezas que encajaban en el supercontinente Gondwana

¿Hay algo que sea testigo de esos tiempos? Hay tantos que Mariano Verde, investigador del Departamento de Paleontología del Instituto de Ciencias Geológicas de la Facultad de Ciencias y de PEDECIBA Geociencias, ha estado entretenido por los últimos ocho años. Recientemente, él y colegas publicaron un artículo que no solo presenta evidencia sobre los efectos de la glaciación sino que revisa lo que unos expertos canadienses y uruguayos habían divulgado como válido pero con errores, sobre todo, en datación de rocas y fósiles a partir de las supuestas huellas de animales de simetría bilateral (implica la división del organismo en dos mitades simétricas a diferencia, por ejemplo, de una estrella de mar) más antiguas del mundo.

La diferencia hallada es de 300 millones de años. Y, aunque parezca que es lo mismo hablar de 300 millones o de 600 millones de años en el pasado, hay diferencias sustantivas. Por ejemplo, los fósiles colectados por Mariano Verde, Renata Guimarães Netto, Diana Azurica, Ernesto Lavina y Mercedes Di Pasquo a 20 kilómetros al sur de Melo y luego cuidadosamente examinados corresponden a fauna y flora que no existía hace 600 millones de años.

Evidencia encontrada.

Por toda la Formación San Gregorio (nombre que se le da a un tipo de roca particular en el área geográfica mencionada) “hay huellas del paso del hielo”, advirtió Verde a El País. De lejos se pueden apreciar algunas estructuras glaciares características como las llamadas “lomo de ballena” o “herraduras”. De cerca se encuentran más rastros. Por ejemplo, se hallan rocas finamente laminadas (“como una milhojas”), llamadas ritmitos, que se fueron depositando en función de su congelamiento y derretimiento; también se ven “dropstones”, rocas del tamaño de un grano de arena hasta de bloques de medio metro que caen de los bloques de hielo flotantes. “El hielo rompe todo lo que está debajo, lo muele y lo acumula”, explicó Verde. También se observan estrías glaciales que sirven para indicar la dirección de avance de los antiguos glaciares. Otras evidencias son los fósiles. El equipo encontró huellas fósiles (icnofósiles) fundamentalmente de artrópodos que “andaban por esos barros que luego formaron las rocas laminadas”. Los nombres no son reconocibles –Diplichnites isp. o Gluckstadtella cooperi o Rusophycus isp. por nombrar solo a tres– pero se pueden describir como las huellas de parientes lejanos de cangrejos, camarones y milpiés, entre otros.

“Mi especialidad es la icnología. Esta disciplina se ocupa de estudiar los rastros de actividad como huellas de caminatas, de alimentación, galerías, madrigueras y hasta caca fósil; todo lo que un animal pueda hacer y dejar como rastro”, explicó Verde. En la Formación San Gregorio se encontraron huellas de desplazamiento, alimentación y reposo de pequeños invertebrados, así como vestigios de natación de peces que quedaron conservados en las rocas que forman parte de los glaciares. En total, las muestras recogidas por los investigadores correspondieron a 89 especies de flora y fauna diferentes. “Todas estas no existían en el periodo señalado en el período Edicárico sino que corresponden a la gran glaciación del Paleozoico tardío”, dijo Verde.

Microfósiles: poca prensa pero importantes.

Algunos de los fósiles que permitieron al equipo que integra Mariano Verde datar el pasado glaciar de la zona comprendida entre Andresito y Melo son, en realidad, “microfósiles”, es decir, aquellos que solo pueden ser visto bajo microscopio o lupas. “Por lo general en paleontología se difunden más los fósiles grandes, de los dinosaurios o de los megamamíferos, pero hay un gran grupo de fósiles pequeñitos pero que son muy poderosos porque podés datar las rocas con ellos”, explicó el investigador del Departamento de Paleontología del Instituto de Ciencias Geológicas de la Facultad de Ciencias y de PEDECIBA Geociencias a El País.

¿Son más difíciles de buscar? Así lo explicó Verde: “Hay que tener cierto ojo. Los fósiles grandes son más escasos mientras que los microfósiles son más abundantes pero los buscás a ciegas. Vos tenés que colectar la roca, llevarla al laboratorio y luego procesarla” con diferentes tratamientos físico-químicos. Los microfósiles pueden representar organismos aislados, colonias de organismos, partes de organismos o determinados órganos o estructuras. Algunos de ellos constituyen elementos que pertenecen a plantas, animales (microinvertebrados y microvertebrados), protistas, hongos, etc. Por ejemplo, se pueden encontrar órganos reproductores de plantas como granos de polen y esporas, algas unicelulares o sus órganos reproductores, esporas o hifas de hongos, protozoarios que forman esqueleto, inclusiones minerales en vegetales, esqueletos de pequeños animales, mandíbulas de gusanos marinos, etc. Hay microfósiles de diferentes ambientes, pudiendo ser de origen marino o continental. La composición de los diversos grupos de microfósiles es entonces variable: puede ser de carbonato de calcio (mineral similar al de los caracoles), fosfato de calcio (mineral similar al de los huesos), sílice (“vidrio”), esporopolenina (compuesto orgánico vegetal extremadamente resistente), quitina (materia orgánica animal también muy resistente) u otros menos abundantes.

Cambios.

El estudio publicado hace unos días en la revista Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology muestra la evidencia luego de ser analizada en laboratorios en Uruguay, Brasil y Argentina. Así se pudo demostrar que los microfósiles e icnofósiles de la Formación San Gregorio son autóctonos (pertenecen al momento de formación de la roca), hecho que no estaba incluido en el trabajo extranjero. Aunque se acorta la edad –y Verde sabe que siempre “los fósiles más grandes” o “los más antiguo” acaparan los titulares–, se presentan pruebas para datar correctamente cuándo se dio “un cambio importantísimo en la historia evolutiva”. Este fue el pasaje de una simetría radial a una simetría lateral en la morfología de los animales. Los icnofósiles de los artrópodos encontrados indican que estas rocas no se formaron hace 600 millones de años sino hace unos 300 millones durante la glaciación del Paleozoico tardío que congeló toda esa zona del actual territorio que hoy solo está pintada de verde.

Qué sucedió en la larga Era Paleozoica.

La Era Paleozoica en la escala temporal geológica también se conoce como Era Primaria o simplemente como Paleozoico. Su inicio fue hace unos 541 millones de años y su fin hace unos 252 millones de años. Abarca desde la aparición de los animales con exoesqueleto hasta la ocurrencia de la extinción masiva más grande de la Tierra. Durante esta etapa se dio la glaciación más prolongada e intensa de la historia del planeta. Fue un largo intervalo de tiempo que se divide tradicionalmente en seis períodos: Cámbrico, Ordovícico, Silúrico, Devónico, Carbonífero y Pérmico. La vida a inicios del Paleozoico se hallaba circunscrita a los mares. Por eso, la flora predominante consistía en fitoplancton, algas, esponjas y bacterias fotosintéticas. Sin embargo, a lo largo de la Era se diversificó enormemente la vida y en el Silúrico colonizó la tierra firme, dando lugar a las primeras plantas. En el Devónico las plantas terrestres se adaptaron al medio y comenzaron a surgir los primeros árboles y arbustos y hacia el final del Paleozoico había grandes extensiones de bosques primitivos. La invasión a tierra firme ocurrió a mediados del Paleozoico con la aparición de los artrópodos. https://www.elpais.com.uy/

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