«EN VELA GANA QUIEN HACE MENOS ERRORES»

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uru lola

Deportista nata, creció con vista al río Uruguay. Quizás, por eso, encontró en la vela la disciplina que la hace feliz. Con solo 18 años es Campeona Mundial Juvenil. Y va por más. En el agua y en soledad, Dolores Moreira se siente segura. Y feliz. Le gusta el vaivén de las olas, la fuerza del sol en el rostro, lo impredecible que puede resultar el viento. Con 18 años recién cumplidos, no puede evitar la risa —mezcla de nervios y emoción— cuando habla de su barco, de la experiencia en los Juegos Olímpicos de Río 2016 o de que la paren en la calle para pedirle una foto. Todavía se reconoce tímida, aunque un poco menos que cuando empezaron los logros y los reconocimientos como velerista, primero compitiendo en optimist y después en láser radial. «Me acuerdo que en mi primera entrevista respondía ‘sí’, ‘no’ y no mucho más… Pero aún me pongo nerviosa, cuando en la calle la gente me reconoce me muero de vergüenza», cuenta. Así, mientras muchos la consideran una de las promesas del deporte uruguayo, ella prefiere ir paso a paso. «Hay muchos deportistas que tienen más experiencia y más resultados que yo… todavía no me siento una referente en la vela ni como deportista en general».

Este año, de hecho, Lola —como todos la conocen dentro y fuera del agua— va a estar dedicada «a foguearse y seguir ganando experiencia». Después de los Juegos, el ritmo de las competencias internacionales baja y los atletas suelen tomarse un tiempo para recargar energías, planificar las campañas y conseguir nuevos o más sponsors. Ella, sin embargo, no conoce de grandes descansos. En enero compitió en la primera etapa del Circuito Mundial en Miami, ya está pensando en la siguiente fase en Hyeres (Francia), acaba de ser campeona sudamericana en Mar del Plata y pasa sus días en el Yacht Club de Montevideo, donde navega en las aguas locales junto a Luis Chiaparro, su entrenador desde 2014. «Si me va bien en Francia y quedo entre las 30 primeras clasifico a la final. Estaría bueno, pero es difícil lograrlo, hoy estoy en el puesto 48».

Cuando precisa refugio y mimos, viaja a Paysandú, donde está su familia y sus amigas más cercanas. Allí, en la casa con vista al río Uruguay, fue donde se despertó la curiosidad por la navegación. Su familia «ama los deportes» y todos disfrutan probando distintas disciplinas. Ella hizo tenis, handball, hockey, básquetbol y natación. Y un día, con nueve años, fue al Yacht Club, probó vela y le gustó «muchísimo».

—Habiendo hecho tantas otras cosas, ¿qué fue lo que te conquistó de la vela?

—¡Qué pregunta! Creo que fue que en el barco voy sola, tengo toda la responsabilidad, las decisiones las tengo que tomar yo y nadie me puede ayudar en ese momento. Es un desafío y me gusta muchísimo.

—Todas las decisiones son solo tuyas, las buenas y las malas…

—En este deporte gana quien hace menos errores, pero errores siempre vas a hacer.

Emoción.

Lola tiene muchos kilómetros recorridos y más de un sello en el pasaporte, pero ninguno con tanta carga emotiva como el que la llevó a los Juegos Olímpicos de Río. «Todo lo que pasó en los Juegos, desde el principio hasta el fin, fue algo increíble», resume.

Aunque sabía que era difícil volver de allí con una medalla, la mera experiencia valía la pena. «Estuve compitiendo con chicas de 22 a 30 años, me falta muchísima experiencia y más conocimiento del barco». La noche de la inauguración, en Maracaná, Lola fue la encargada de llevar la bandera uruguaya. «La jornada de la apertura fue eterna, nos hicieron esperar formados y vestidos desde las cinco de la tarde. Escuchábamos los gritos de la gente y nosotros afuera. Entramos a las once de la noche al estadio y solo vimos el final de la ceremonia. Pero cuando estábamos ahí, con la delegación, la espera valió la pena, fue muy emocionante».

—¿Todavía te ponés nerviosa antes de competir?

—No, ahí estuve tranquila, solo me puse nerviosa el primer día. Salí al agua y estaba temblando, pero cuando comenzó la regata se me fueron los nervios.

Más allá de la edad y las cualidades de sus competidoras, para Lola Río era una «cancha complicada» para navegar. Además, a diferencia de lo que sucedió durante el mes y medio que estuvo entrenando en la ciudad maravillosa, la semana de regatas el viento sopló todos los días. «En mi caso, navegar con viento es más difícil, entra a jugar el tema del físico y voy con desventaja», explica. La velerista dice que logra sus mejores resultados cuando hay menos de diez nudos de viento (unos 20 kilómetros) y éste es oscilante. Pero, sobre todo, admite que navega mejor cuando está bajo presión.

En los Juegos Lola quedó en el puesto 25 de la tabla general. Aunque no le da demasiada importancia a los premios —que descansan en varias repisas de su casa en Paysandú—, creó su propio trofeo olímpico: un tatuaje a un costado de su muñeca derecha que todos los días le recuerda su pasaje por allí. «Me lo quería hacer desde que volví, pero mi madre me decía que esperara a tener 18. En diciembre gané el Mundial (Juvenil, en Nueva Zelanda) y le dije: Ta mamá, es ahora y ahí, a fin del año pasado, me lo hice».

—¿Qué significan para vos los premios?

—Obviamente, en todas las competencias la idea es ir y ganar. Si no vas con el espíritu de ganar para qué ir. Y cuando ganás sentís que todo el sacrificio valió la pena. Además, estás representando a tu país, que es algo increíble. También demostrar que Uruguay, a pesar de que es chiquito, tiene gente que tiene entrega, que tiene garra, y que haciendo las cosas bien puede llegar lejos. Yo no me pongo a pensar gané esto o aquello… Yo entreno y compito para ser mejor día a día y represento a Uruguay, que es algo que me encanta y que no quiero dejar de hacer.

Sueños.

Desde que dejó de competir en optimist, a los 14 años, Lola viaja sola. Durante un tiempo, incluso, tuvo un entrenador francés con quien, cada vez que había un torneo, se encontraba en destino. Nunca sintió miedo, seguramente gracias a las enseñanzas de la vela. Solo recuerda un traspié. Fue en un aeropuerto de París, donde estuvo retenida durante cinco horas. «Me metieron en una salita con un policía del otro lado haciéndome preguntas, tipo película, pero yo estaba re tranqui. No me creían que iba a un campeonato, decían que me había escapado de mi casa», cuenta. «Incluso llamé a mi madre y mamá me decía: Vos llorá Lola si querés, es un momento difícil, pero no, yo estaba bien».

A Montevideo empezó a viajar sola a los 12. Venía a entrenar y competir. ¿Los sacrificios? Muchos, pero todos los hizo con gusto. Faltó a reuniones familiares, fiestas de 15, jornadas de estudio y todo tipo de salidas nocturnas. Siempre compensando en cada rato libre, cursó hasta 4° año de liceo. En 2016, después de ganar los Panamericanos y con vistas a los Juegos Olímpicos, sus padres le sugirieron hacer una pausa en los estudios para concentrarse en entrenar. Y fue eso, una pausa. Hoy, Lola está cursando materias de 5° gracias al programa Uruguay Estudia, que le permite preparar los exámenes con un sistema de tutorías. Hasta hace no mucho tiempo pensaba ser psicóloga deportiva, pero «ahora son más fuertes las ganas de ser entrenadora de vela».

Hoy, además, ya no viaja sola. Lo hace en compañía de Luis, su entrenador, que también oficia de chofer. En los trayectos, sea cual sea la distancia, Lola suele dormir. Con él también hacen buena dupla a la hora de comer: él cocina y ella lava. Es que la dieta no es algo menor para la regatista. Para competir en láser radial, su categoría, lo ideal es medir más de 1,70 metros y pesar entre 68 y 70 kilos. Ella, empero, mide 1,66 y pesa —a fuerza de seguir una dieta con nutricionista— alrededor de 66 kilos, unos cuatro más que su peso habitual.

—¿Cómo vivís tener que ganar peso en una sociedad que promueve lo contrario?

—Al principio sentía que no tenía que hacerlo, que no tenía que subir… pero tengo que hacerlo si quiero navegar bien y si quiero cumplir mi sueño.

Mezcla de mujer y niña, Lola ya eligió cuál es su lugar en el mundo. Y aunque advierte que puede sonar a cliché, dice que en el mar y rodeada de la naturaleza, se siente realmente libre.

SUS COSAS.

El cine.

En Montevideo Lola vive con sus dos hermanas (ella es la menor) en Pocitos. Desde que llegó, siempre se apoyó en su tía María Lidia, a quien todos dicen que se parece físicamente. Además, es con quien comparte buena parte de su tiempo libre en la capital. Una vez al mes, todas las mujeres de la familia hacen una salida al cine.

Su referente.

Lola tiene varios referentes, pero sin duda una de las que más la marcó fue Tania Calles, la mexicana que llegó a ser número uno en el ranking mundial, estuvo en tres Juegos Olímpicos, publicó su autobiografía y tiene un récord Guinness. «Ella tiene el mismo físico que yo y cuando la conocí, en un gomón, estaba constantemente diciéndome que le metiera tranquila, que yo podía llegar».

Su barco.

La relación de Dolores con su barco es similar a la del jockey y su caballo. «Yo lo re cuido, estoy siempre lijándolo, lustrándolo, está en constante mantenimiento». Sin embargo, por un tema de costos es imposible que la uruguaya lo lleve a las competencias en el hemisferio Norte. En esos casos, tiene que alquilar uno para ella y otro para su entrenador. http://www.elpais.com.uy

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