El puerto de Punta del Este vuelve a ser el centro de todas las miradas con la llegada de tres de los súper yates más imponentes del mundo: el Octopus, el GAME Changer y el Rocinante. Estas majestuosas embarcaciones no solo destacan por su tamaño y diseño, sino también por las historias que llevan consigo.
Octopus: un gigante con alma de explorador
El Octopus, que fue propiedad del visionario Paul Allen, cofundador de Microsoft, es mucho más que un yate de lujo. Con sus 126 metros de eslora y equipamiento de última generación, este coloso de los mares ha protagonizado descubrimientos históricos, como el hallazgo del acorazado japonés Musashi en 2015.
Pero el Octopus no es solo tecnología. Su piscina en la cubierta superior, sus dos helicópteros y un interior diseñado por Jonathan Quinn Barnett ofrecen un nivel de confort que pocos pueden imaginar. Aunque Allen ya no está, su legado continúa navegando por los océanos, y esta semana, sus 56 tripulantes han elegido Punta del Este como su puerto de descanso.
GAME Changer: lujo al servicio de la naturaleza
El GAME Changer es más que un yate; es un laboratorio flotante. Con sus 69 metros de eslora, ha recorrido el mundo en misiones de conservación marina y expediciones de buceo. Construido por Damen Yachts, combina la funcionalidad de una embarcación científica con el lujo que sus propietarios disfrutan.
En Punta del Este, no pasa desapercibido. Su diseño moderno y propósito lo convierten en una declaración flotante de cómo el lujo y la sostenibilidad pueden coexistir.
Rocinante: una obra de arte en el océano
Si el Rocinante pudiera hablar, seguramente contaría historias de fiestas exclusivas y viajes memorables. Este yate de 78 metros de eslora, diseñado por Espen Øino y con interiores de Alberto Pinto, es sinónimo de elegancia y privacidad.
Con capacidad para recibir a numerosos invitados y la posibilidad de alcanzar los 17 nudos, el Rocinante es la elección perfecta para quienes buscan disfrutar del lujo sin interrupciones.
Un impacto más allá de los muelles
Para Punta del Este, la llegada de estas embarcaciones es más que un espectáculo visual; es un impulso para la economía local. Restaurantes, tiendas y proveedores de servicios portuarios aprovechan la presencia de las tripulaciones y los invitados que arriban en estas joyas flotantes.
Punta del Este reafirma su posición como un destino imprescindible para la navegación de lujo.
Miguel Mieres para Visión Marítima