PUENTE DE SALA, SE PLANTÓ EL MOTOR DE ESTRIBOR (ÚLTIMA PARTE )

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Por: C/A Hugo Viglietti

ESTRECHO ANTARTIC, 4 DE MARZO 2008.

El cruce del Bransfield fue calmo y transcurrió sin incidentes, como confirmando que el buque y la campaña estaban bien aspectados. El Antartic en cambio, es otra historia. Ubicado en el extremo norte de la Península Antártica tiene una longitud de más de 50 kilómetros y una anchura variable entre 13 y 20 kilómetros. Durante los meses de verano se muestra ocupado por hielos flotantes e icebergs tabulares que se desprenden de la plataforma de hielo Larsen, una enorme bolsa de hielo que ocupa la parte Noroeste del mar de Weddell. De entrada nomás se le ve poblado de una abrumadora cantidad de hielos e icebergs. El radarista ve un contorno continuo como si todo fuera costa, los ojos desde el Puente y sus alerones, muestran también un horizonte blanco casi continuo. El buque reduce velocidad y se ve obligado a maniobrar permanentemente esquivando icebergs. El Comandante supervisa en silencio las maniobras, dejando que el Comandante de Guardia y el Navegante maniobren. Los ve manejarse con acierto cambiando rumbos y velocidades. En ocasiones incluso deben dar máquinas atrás para esquivar esas masas que saben, multiplican su volumen bajo el agua. La poca visibilidad conspira en contra. En determinado momento el AN Zorrilla da la voz de alarma de un iceberg que los va a cruzar y con una rabiosa marcha atrás, quedan cerca, muy cerca de un iceberg tan alto que desde la ventana del Puente no podían ver el cielo. En la costa Oeste divisan la Base Esperanza de la Armada Argentina, insustituible y fraterno apoyo de todas las misiones compatriotas al lugar. Llegan a la Bahía Esperanza y desembarcan tripulantes, científicos y material. La maniobra no es fácil porque el buque no puede mantenerse fondeado debido a esos hielos errantes que acechan y los cambiantes vientos. Las tareas demandarán tres días, tres largos días que tendrán al buque en cercanías, en un hecho sin precedentes en la Armada. En esos días son pocos los momentos en que el buque puede mantenerse fondeado en la Bahía. A los amenazantes hielos se suman los vientos catabáticos, vientos que caen verticalmente arrastrando con fuerza masas de aire frío. Y no faltaría por supuesto el clásico enemigo del hombre de mar, la niebla. La mayor parte del tiempo el buque la pasa recorriendo un circuito “hipódromo” dentro de la Bahía. Fuertemente consustanciados con el compromiso científico de la misión y sabiendo que son muy escasos los registros batimétricos de la zona, durante todo el tiempo realizan trabajos de batimetría.

PENÍNSULA ANTÁRTICA, 9 DE MARZO DE 2008.

Habiendo dejado atrás el ECARE con la satisfacción de trabajos bien finalizados, el “Oyarvide” continúa su misión bordeando hacia el Suroeste la Península Antártica. Con frecuentes maniobras para evitar los peligros de los hielos, la derrota prevista lo acerca ahora a uno de los puntos más emblemáticos y más visitados en la Antártida: la Isla Decepción. Esta isla fue descubierta por unos cazadores de focas británicos en 1820. Poca gente a bordo sabe que su nombre es una traducción errónea de la palabra inglesa “deception”, que significa “engaño” y no “decepción”. El origen del nombre “Deception Island” obedece a su engañosa apariencia de isla normal, cuando en realidad se trata de uno de los tres volcanes de la Antártida, cuya última erupción fue en 1970. Lo que se aprecia es la parte superior del volcán que tiene un angosto espacio de unos 150 metros, denominado “Fuelles de Neptuno” por donde se accede a una enorme bahía que es ni más ni menos que el cráter del volcán. Bien en el centro de ese angosto acceso, apenas a dos metros de profundidad hay una enorme roca, llamada Piedra Ravl, que ha sido causa de incontables accidentes. El Comandante lo sabe y arrimándose al extremo Este de la angostura, deja la traicionera roca por babor. Ante los ojos de la tripulación se alza una de las visiones más majestuosas de la Antártida. Los blancos de las escasas nubes bajas se confunden con los picos helados que coronan montañas nevadas de formas caprichosas, en algunas partes de la costa se observan glaciares que caen al mar con increíbles tonos turquesa, efecto de las milenarias capas de hielo acumuladas durante siglos. El agua, de un azul intenso y una temperatura cálida actúa como espejo y devuelve invertido el maravilloso paisaje. El buque fondea y se disponen turnos ordenados para desembarcar a aquellos que quieren bañarse en las lagunas termales de la Isla. Es una experiencia fascinante que jamás olvidarán.

ATLÁNTICO SUR, TRAVÉS ISLA GRANDE DE TIERRA DEL FUEGO, 15 DE MARZO DE 2008.

La Antártida va quedando atrás. Tanto los científicos extranjeros como los compatriotas y la tripulación están felices. La totalidad de los trabajos se realizaron a cabalidad. Pese a las condiciones extremas de frío, donde se llegó a convivir con 17º bajo cero, las estaciones de muestreo se efectuaron en todos los lugares planificados previamente y en otros que surgieron por iniciativas de los científicos y que el buque pudo complacer. Se habían efectuado actividades hidrográficas de relevamiento cartográfico en el área de Caleta del Vanguardia en el ámbito de las actividades alentadas por el Comité Hidrográfico sobre la Antártida de la Organización Hidrográfica Internacional, y también actividades magnetométricas para contribuir al Mapa Magnético de la Antártida en proximidades del ECARE, en el marco del Año Polar Internacional, así como otras investigaciones oceanográficas, biológicas, físicas y meteorológicas en Bahía Maxwell, Bahía Esperanza y Caleta del Vanguardia. En el cruce de regreso, el Drake les había mostrado su cara más feroz. Durante todo el cruce los acompañó una furiosa tormenta con olas de 7 y 8 metros que tapaban el Puente. Mar fuerza 7 y viento arrachado con ráfagas superiores a los 100 kms que el buque recibió por la amura de babor, se empeñaron en recordarles que el peaje hacia y desde la Antártida es duro. No obstante, el “Oyarvide” se mantuvo firme en su rumbo con los 4 motores en servicio. Cuando abandonaron el Drake y el tiempo mejoró, la vapuleada tripulación había festejado. Karina filmó el primer atardecer luego de la tormenta, con todo el mundo aplaudiendo en cubierta. Los científicos decían que luego de esa tormenta ya nada les asustaría y por cierto, que ya no eran novatos. Había ocurrido también durante el cruce, un hecho trascendente: se cumplieron las 100.000 millas navegadas por el buque desde su abanderamiento en Alemania el 21 de setiembre de 1998. Muchos y muy buenos habían sido los servicios del “Oyarvide” al país, a lo cual ahora agregaba también servicios a la comunidad internacional con sus tareas recientemente finalizadas en la Antártida.

Desde Sala de Radio el telegrafista trae una comunicación para el Comandante. Un tripulante del buque científico antártico “Ary Rongel” de la Marina de Brasil cayó al agua en la salida de la Bahía del Almirantazgo, próximo a la Isla Rey Jorge y no pudo ser recuperado. El Comandante comparte la información con el Jefe de Misión, que también conocía la siniestra estadística y ambos se miran serios. Las palabras no son necesarias, ha sido el tercer incidente marítimo del verano antártico con pérdida de vidas. Ni el mar ni la Antártida perdonan. Otra vez el alerón de sotavento del Puente de Mando, esta vez estribor, es lugar de conversación animada y amistosa entre marinos y científicos que ya se encuentran plenamente integrados. Karina y Santiago charlan con tripulantes. Ella ha dado un buen paso adelante en su trabajo sobre monitoreo ambiental de la Bahía Collins en la Antártida, para medir parámetros físico químicos de aguas y plancton marino. Le han contado el riesgo que vivió el buque durante el cruce del Drake a la ida, navegando con un solo motor y la serenidad que en todo momento hubo a bordo. Siente que en gran parte debe haber sido en reflejo de la imagen de tranquilidad que el Comandante aporta. Lo ve en el Puente con su carpeta al lado. A esta altura de su vida tiene ya varios buenos amigos entre los marinos y siempre ha sentido admiración por como afrontaban riesgos en barcos viejos y lo escaso de sus retribuciones económicas. Sonríe para sus adentros recordando que la facultad le había dado como viático para este viaje de más de un mes, la simbólica suma de 100 dólares e inconscientemente hace un paralelismo entre su profesión de investigadora y la profesión de estos marinos… no hay duda que otros son los alicientes que nos mueven, piensa… intangibles como el gusto por la aventura, el riesgo, el trabajar para los demás… saca una hoja de su bolsillo y se dirige al Comadante.

– Comandante esto es para tu carpeta.

El Comandante lee la hoja “Tras observar la Antártida durante cierto tiempo, llegué a la conclusión de que semejante belleza estaba reservada para lugares remotos y peligrosos y que la naturaleza tiene buenas razones para exigir sacrificios y riesgos a las personas decididas a contemplarlos, Richard Byrd, 1938”.

– Gracias Karina, gran razón tenía este hombre – tras lo cual guarda la hoja en su carpeta diciéndole – Y afortunadamente ya pasaron las etapas difíciles del viaje y no tuvimos ningún incidente…

– ¿Cómo ningún incidente? – interrumpe el extrovertido y joven Santiago entrando al puente– Comandante con todo respeto, a mí me dijeron que hiciera caso a los que saben, cuando fuimos a desembarcar en la Base en el gomón, me dijeron que me agarrara de la cuerda y no me soltara hasta llegar a la orilla y así me fue – Santiago refiere al momento en que provenientes del buque estaban llegando a la costa, cuando una ola atravesó la embarcación y la siguiente ola la volteó. En esa oportunidad, la gente actuó con sentido común y se soltó al volcar el bote, por lo cual no tuvieron problemas. Pero Santiago obediente, permaneció agarrado y deslizándose en el canto rodado de la rompiente, había dejado pedazos de piel y uno de sus dientes centrales.

– Mire como quedé – dice mientras arma una sonrisa exagerada y muestra una blanca dentadura con un hueco negro en el medio– Yo vuelvo como un herido de guerra Comandante – con lo cual todo el Puente rompe en risas.

Pocos días más tarde, el 28 de marzo tras 42 días de navegación, el “Oyarvide” atracaría sin novedad en la Dársena Fluvial del Puerto de Montevideo. Coincidentemente el reconocido portal del Sistema del Tratado Antártico, encabezaría esa semana su web www.ats.aq con un elogioso artículo sobre el importante trabajo realizado por un buque de la Armada Nacional de Uruguay en aguas de la Península Antártica, destacando entre otras cosas el primer relevamiento batimétrico con tecnología multihaz en esa área. El artículo era ilustrado con una foto del ROU22 “Oyarvide” en navegación.  (FIN)

C/A Hugo Viglietti

Nota: El autor agradece a la Lic. Karina Sans, al entonces CF (CG) Álvaro Armagno y al entonces CC (CIME) Giancarlo Tizzi, Comandante y Jefe de Máquinas respectivamente del ROU22 “Oyarvide” en el 2008, por haber compartido sus vivencias otorgando veracidad a esta narrativa.

Bibliografía consultada:

“Antártida, continente de ciencia y cooperación” del libro “Historias de la Flota”, 2009.

“20 años de Uruguay en el Tratado Antártico”, Instituto Antártico Uruguayo, 2005.

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