En la ladera este de la Sierra de las Ánimas (Maldonado) y a pocos kilómetros de Pan de Azúcar, los pozos azules son piscinas naturales que esconde el monte serrano. Son las 8:00 horas en la terminal de Pan de Azúcar. Los guías de Red Ánimas reciben a un grupo de turistas que ese día recorrerán el sendero que lleva a los Pozos Azules de la Sierra de las Ánimas de Maldonado.
Una familia espera con emoción, mientras el padre comenta que aprovecharon el “día feo” para hacer una actividad diferente; mientras que dos amigas esperan sentadas en un murito que les anuncien que es la hora de salir. Graciela Miller, quien se encarga de la coordinación de los paseos, indica que se siga a Carlos González, el guía. Tomamos la ruta que va de Pan de Azúcar a Nueva Carrara y doblamos en un camino vecinal. Recorremos un kilómetro hasta llegar a una portera de madera donde dejamos el auto para seguir a pie. El día está nublado y el sol no pega fuerte, por lo que la caminata es tranquila. Se ve algún que otro cuervo de cabeza negra (Coragyps atratus) que sobrevuela los árboles y se dirige a la sierra. Nos espera un paseo que durará más de cinco horas. “Las porteras se dejan cómo se encuentran. Si están abiertas, se dejan abiertas y si estaban cerradas, se vuelven a cerrar. Así no se afecta el trabajo”, explica. Luego señala una serie de palos largos que ofrece como bastones. El primer tramo del sendero es a través de la pradera. El pasto está amarillo a causa de la sequía que afecta al país.
Es una zona de producción ganadera y un grupo de novillos curiosea al ver llegar a los humanos. A medida que nos acercamos, se retiran y buscan cobijo en una arboleda cercana. Más adelante en el camino aparecen caballos criollos que descansan al sol. Nos adentramos en la quebrada. Los pinos y los eucaliptos quedan atrás y las especies nativas aparecen en todo su esplendor: coronillas, canelones, espina de la cruz y palmeras pindó. También crecen una serie de frutales que son foráneos: limoneros con varios metros de alto, mandarinos y durazneros cargados de fruta. La vegetación se hace espesa a medida que entramos en el monte. La falta de agua parece no haber hecho tanta mella en esta zona. Los árboles están verdes y el suelo está húmedo en su sombra. Sin embargo, al avanzar descubrimos que, probablemente, los pozos azules estén vacíos o con poca agua. Los cauces de las cañadas que cruzamos están completamente secos, a pesar de que Maldonado recibió lluvias copiosas en los últimos días. “No alcanza; se necesitan muchos días de lluvia”, repite constantemente el guía.
Nos desviamos del sendero para explorar una zona donde debería haber agua, pero encontramos un pequeño valle con una laguna marrón y con hojas flotando. Debajo de la superficie se ven renacuajos y larvas de mosquito; parece que esa misma agua lleva algún tiempo ahí. Retomamos el camino y el terreno se vuelve más empinado; comienza el ascenso final al pozo principal. Vemos un curso de agua y Carlos señala que es “la cabeza del indio”, una piedra que indica que llegamos al lugar de destino. El pozo principal no es azul y tiene poca agua; tampoco están las cascadas habituales: son señales de que la sequía caló hondo a pesar de que el monte sigue verde. “Nosotros nunca sabemos con qué nos vamos a encontrar hasta que llegamos. Hace unos días había un guazuvirá muerto a pocos metros del pozo; no sabemos qué le pasó”, comenta el guía al grupo.
Algunas aves disfrutan el espejo de agua, pero no vemos otros animales acercarse. “En la tarde noche este lugar es una fiesta”, señala Carlos. En la zona habitan gatos montés, yaguatiricas, jabalíes y guazuvirás. Al costado de la piscina natural disfrutamos del fresco en el mediodía veraniego: hoy no habrá baño en los pozos azules. El regreso es más rápido. La naturaleza nos regala algunas visitas simpáticas: una liebre cruza el camino y un dormilón (Hydropsalis torquata) sorprende a uno de los turistas cuando vuela para evitar que lo pisen. También aparecen pájaros carpinteros, tijeretas y cardenales. Son más de las 14:00 horas y el paseo llega a su fin.
Una belleza natural que necesita protección
Ubicados a poco más de una hora y media de Montevideo, los Pozos Azules son una de las joyas que el monte de la Sierra de las Ánimas guarda con sigilo. Si bien tuvieron su momento de esplendor y fueron lugar de camping durante muchos años, las piscinas naturales de la serranía de Maldonado fueron cerradas al público por el propietario del campo, quien quiso evitar la contaminación y la destrucción del ecosistema que la presencia humana generó en la zona. Desde hace algunos años, luego que la zona fue arrendada por un local de Pan de Azúcar para la producción ganadera, el sendero fue reabierto para paseos diarios gestionados por grupos que, además, conservan los ecosistemas. En verano el interés por las excursiones crece y prácticamente salen grupos a diario que recorren la zona. La cooperativa de lugareños Red Ánimas oficia de guía por los diferentes senderos de la cara este de la Sierra de las Ánimas. Según la organización, la dificultad del sendero es media y se recorren entre siete y ocho kilómetros a pie; el tour dura aproximadamente unas seis horas. El costo de la travesía por persona es de $720. https://www.elpais.com.uy/