Política portuaria: menos silencios y evitar conflictos con privados

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Por  Emilio Cazalá

Hay que funcionar con los tiempos de las empresas. Hace algunas semanas escribimos sobre el permanente tema portuario que periodísticamente nos tiene atrapados desde hace 74 años, un engranaje vital de la economía del país sin cuyo instrumento no es posible llevar adelante proyectos de desarrollo económico y comercial y menos la producción agro-industrial.  Esto tan fácil de entender aunque difícil de acuñar en los ámbitos gubernamentales y aún políticos, parece ser en tiempos actuales un escenario que se ha simplificado para olvidarlo o arrinconarlo, seguramente por no entenderlo o peor aún repulsarlo por su complejidad.  Nosotros hace 74 años que estamos corriendo detrás de sus demandas de su modernidad y aún estamos en esa batalla, pero siempre asoman los déficits. Solo en dos oportunidades los hombres de la república se ocuparon de su valía y captaron su trascendencia dándole prioridad: cuando el poder político viendo su competencia en Buenos Aires decidió en 1891(1) la construcción de sus muelles y cuando en 1992 el presidente Lacalle, respondiendo al clamor popular y portuario salió al rescate del puerto que durante medio siglo había estado sumergido en la anarquía total. Fue gracias a la famosa Ley de Reforma Portuaria que no sólo se le devolvió libertad al puerto de Montevideo sino que además se lo lanzó a un rápido desarrollo operativo y comercial y se lo hizo avanzar con multitud de proyectos de inversión -que sin esa ley no habrían recalado en el puerto de Montevideo ni empresarios ni barcos; como dijimos fue un tiempo histórico que generó un formidable flujo de negocios y de empleos para coadyuvar fuertemente al desarrollo comercial del país. Y no me iré de esta nota sin decirlo, de no haber existido la Ley de Puertos no se habría podido operar en sus muelles el creciente flujo de barcos containeros que se lanzó al Río de la Plata uno tras otro. Hoy vemos con preocupación que el tema puerto no está en la agenda de quienes se postulan y aspiran a dirigir los destinos del país y solo aparece en el cuaderno gubernamental como UPM-puerto o sea que no hay una visión de contexto general de puerto sino puntualidades impuestas. Transcurridas ya algunas semanas, nos llama aún la atención el silencio desafortunado de las autoridades y, repetimos, de los candidatos y actores políticos que se dedican al área.  Debemos entender que la política portuaria debe ser definitivamente una política de estado, no una política circunstancial de decisiones soberbias y aisladas e inserta en disputas e intereses empresariales que nada tiene que ver con las necesidades de nuestro puerto y de nuestro comercio exterior.  Volvamos entonces al origen de nuestra nota que tiene relación con la solicitud de iniciativa privada para una “terminal multipropósito de contenedores” de la empresa naviera MSC y el informe negativo del grupo de técnicos de la ANP que la rechazó. De aquel entredicho entre la Comisión de Técnicos de la ANP y la decisión negativa de la mayoría del Ente de no aceptar su informe, nadie hasta ahora se dio por aludido, lo que consideramos una actitud insensible ya que el hecho merece al menos una expresión de cortesía.  Como periodista, nos habría gustado al menos alguna línea de pensamiento ponderada que explicara cómo y por que se toman ciertas decisiones que mucho nos tememos culminarán con litigios internacionales, porque las empresas con las que ahora nos manejamos en el puerto hay que entenderlo no son tiendas de baratijas.Y además litigar con empresas internacionales perjudica al país y lo afecta en su imagen de seriedad.  Así que vamos por las conclusiones: el Uruguay y su puerto se merecen un compromiso de trabajo de mayor seriedad lejos de las improvisaciones sin fundamento. Lo menos deseable es atraer inversores que crean que el puerto de Montevideo puede resultar atractivo por la flexibilidad de sus directivos que cambian sus planes tan pronto una llamada megaempresa presenta su iniciativa, proyecto que todos podemos imaginar. Pues lamentamos decir que es una pésima señal que se estaría dando porque apuesta y atenta contra la estabilidad, profesionalismo y certezas que necesitan, que digo, exigen las inversiones de largo plazo.  Cualquiera podría pensar que si las autoridades de gobierno avalan la acción bajo esta premisa en el área portuaria, pues perfectamente podrían hacer lo mismo en otras áreas de la administración nacional. Mala señal se estaría dando para el propio país.

Foto.

Esta hermosa toma aérea muestra la península-puerto de Montevideo que nuestros exploradores y antecesores descubrieron al llegar a estas latitudes anotando en la bitácora de sus bajeles como el puerto ideal, más seguro y único en todo el Atlántico.  También sus costas esteñas, el Banco Inglés sin faros y su entrada a Montevideo, su poca profundidad, los vientos del sur y sus mareas, fueron a lo largo de la historia factores adversos que más barcos se ha tragado. Pero, sin duda, era un puerto seguro.

(1) Fuimos tan audaces y creativos que incluso ademas de construir un formidable puerto, en 1901 avanzábamos en sus calados hacia los 10 metros de profundidad que hemos mantenido vigente hasta la actualidad

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