Desde la promulgación de la Ley de Puertos al día de hoy, el Puerto de Montevideo se ha comportado como un organismo vivo, en pleno crecimiento para mejor cumplir con su rol.  La tercerización de la operación de contenedores dio lugar a una obra mayor que llevó el viejo Muelle de Escala de 270 a 600 metros, a la instalación de ocho grúas modernas y a la ampliación de la explanada con muchas hectáreas ganadas al mar.  Cumpliendo con su función primaria, la ANP encaró el dragado de todo el puerto y su canal de acceso y en la vieja rinconera de Mántaras construyó el Muelle “C”, mientras existen planes de trasladar a Capurro el Puerto de Pescadores y construir el Muelle “D” en el lugar dejado por aquel.  Entretanto, a continuación del Muelle “C” se encuentra en construcción una terminal de graneles, donde se espera operar con grandes cerealeros. Esto, sin dudas, será un elemento preocupante en la relación ciudad-puerto.  Es sabido que las terminales de áridos generan contaminación ambiental por la cantidad de polvo en suspensión en el aire (algo fácilmente comprobable en el Puerto de Nueva Palmira, donde se puede ver el polvillo depositado en las hojas de los árboles del ornato público).  Los silos de Obrinel se encuentran muy próximos a la planta urbana, y sin dudas el barrio Arroyo Seco sentirá las consecuencias.  El traslado del puerto de pescadores a Capurro pretende cumplir más de una función. Además de su tarea específica, al tratarse de un puerto abierto será un foco de acercamiento de los habitantes a sus muelles, Como se piensa admitir la instalación de puestos gastronómicos (modelo Mar del Plata), será un lugar de encuentro entre el Puerto de Montevideo y los habitantes de la ciudad.  Serán otros adoquines a pisar. 

Extracto de “Pisando Adoquines”, autor Francisco Valiñas, contenido en “Veinte miradas al paisaje cultural de la ciudad portuaria de Montevideo”, estudio conjunto de la Universidad Católica del Uruguay y la Universidad Complutense de Madrid. C/N (R) Francisco Valiñas