REFLEXIONES. Es un hecho que la competencia, como ocurre siempre entre las principales líneas marítimas del mundo, ha reducido el valor de los fletes. Y no menos importante son dos situaciones agregadas: una es que la mayor cantidad de barcos nuevos ha levantado la oferta de bodega, y otra es que el menor comercio internacional hace que los barcos vayan casi vacíos. Son dos realidades bien conocidas que seguramente han influido en el informe de Drewry, aunque carecemos de datos para sustentar nuestras ideas. Tanto es así que se habla de que hay que seguir mandando más barcos a desguace. Hoy en día el flete de un contenedor entre Asia y Sudamérica es de 60 dólares, o sea que ese flete está por debajo de los propios gastos del puerto; vale cinco veces más el flete para mandar un contenedor de Montevideo a Salto. Pero los verdadero, lo que sabemos por la experiencia de 70 años, es que el flete es el primer talón de Aquiles a tocar cuando se trata de bajar costos del transporte marítimo. Nadie quiere bajar costos portuarios, ni dejar de comer chuletas ni echar nafta al tanque, así que la consigna es que el patrón debe deprenderse de sus ganancias y el armador bajar los fletes hasta fundirse si cuadra. La pregunta es: ¿Esto favorece las exportaciones?
Nuestra reflexión es que como el estudio de Drewry se basa en naves de 20 mil teus, por el tamaño de nuestras economías, incluida la de Argentina, al parecer aquellos resultados nefastos no nos alcanzarán porque no tendremos aquí naves de 20 mil teus. Parecería entonces que el tamaño ideal de los portacontenedores para los tráficos norte-sur sería de 12 mil teus. No olvidemos que uno de los grandísimos problemas que tienen los portacontenedores son los contenedores vacíos, ya que hay que llevarlos gratis al puerto que los cargue. En verdad es un problema serio y costoso con el que hay que convivir; es la bodega del barco que va a domicilio y cuesta dinero. Es decir, hemos caído en la tecnología, y esta tiene su costo.-Por Emilio Cazalá. – (El País)