Los entrerrianos y la Antártida, un vínculo vigente

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El primer argentino en convivir con el continente blanco fue un hombre de Gualeguaychú: el alférez José María Sobral. El 22 de febrero ha sido instaurado como el Día de la Antártida Argentina, porque ese día, del año 1904, se instaló en las Islas Orcadas del Sur la primera base argentina permanente sobre el Sector Antártico. El hecho no es ajeno a Entre Ríos, porque la historia inicial de aquella epopeya tiene a varios entrerrianos como protagonistas. En 2004 el gobierno argentino organizó una serie de actividades para la celebración del centenario de aquel hecho que resultaría central para la afirmación de los derechos argentinos sobre aquel territorio. El recordatorio tuvo lugar en el mismo escenario donde ocurrieron los hechos, y para llevarlo adelante, se organizó una comitiva que viajó hasta el sector antártico para celebrar los 100 años de aquella llegada. El doctor Hugo Cettour, exministro de Salud de la Provincia, y en aquel entonces diputado nacional por Entre Ríos, fue parte de aquella expedición que en 2004 viajó hasta el extremo sur argentino para celebrar ese centenario. “Como legislador, yo era parte de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso nacional, y también conformaba la Comisión de Defensa, de donde dependen todas las Fuerzas Armadas, en ese marco tuvimos varias reuniones con la gente de la Marina y con el Comando Antártico que funciona en Buenos Aires. La idea era organizar lo que sería aquella celebración, para la cual se había invitado a participar a los diputados y senadores de la Nación”, recuerda Cettour. La Armada organizó una expedición especial en el rompehielos Almirante Irízar, que navegaría hasta la Base Orcadas donde se llevarían adelante los actos recordatorios de aquella epopeya que sentó las bases de la soberanía nacional en aquel territorio. “En total participamos siete diputados y dos senadores. Viajamos junto al Comando Antártico de la Marina, un grupo de científicos que llevaban adelante una serie de investigaciones en esta zona, personal del Ejército y de Aeronáutica, y toda la guarnición de reemplazo que relevaría a la que estaba en ese momento haciendo la invernada en el extremo sur argentino y que regresaría al continente con nosotros”. El Atlántico Sur impone un respeto majestuoso por las condiciones extremas a las que somete a los buques y a los hombres que lo navegan. “El Almirante Irízar estaba en su hábitat. La tripulación llevó la navegación con una tranquilidad que revelaba capacidad y experiencia, lo que nos dejaba a los visitantes con el tiempo suficiente y los sentidos abiertos para disfrutar de la inmensidad de aquel paisaje”. La expedición llegó a las Orcadas del Sur el sábado 21 de febrero y el Irízar fondeó en la bahía Uruguay de la isla Laurie. “Éramos sólo tres embarcaciones en el lugar. Había otro barco de la Marina que había llegado para la celebración, y un velero privado que había aprovechado el verano para hacer esa travesía. Con el sol aún arriba, bajamos en un bote y pisamos por primera vez el suelo antártico en una zona donde había una pingüinera, un espacio único sobre la costa donde los pingüinos se reúnen para anidar y cuidar a sus crías. También visitamos un faro, y en la tarde de ese mismo domingo recibimos nuestro vuelo de bautismo antártico en los helicópteros del Irízar”, rememoró. Sobrevolando la isla los visitantes pudieron apreciar la magnitud del lugar y los demás islotes que hay en la zona. “Emociona ver desde el aire la base argentina sobre las Islas Orcadas del Sur, porque lo inhóspito de la zona, la grandiosidad del espacio argentino sobre la Antártida y el esfuerzo que significa para su gente sostener nuestra soberanía en un lugar tan lejano merece el mayor de los reconocimientos”, dice el médico. “Uno de los puntos más importantes que me quedó de aquella experiencia fue el haber encontrado tantos entrerrianos involucrados con nuestra Antártida desde el comienzo mismo de aquel asentamiento histórico, previamente al viaje realicé una investigación sobre aquel centenario que celebraríamos, y allí se revelarían nombres y lugares muy cercanos a nuestra tierra, a Entre Ríos, y a mi ciudad, Concepción del Uruguay”, destacó.

Historia antártica

Luego de aquel viaje, el entonces legislador nacional entrerriano sumó material a su investigación previa sobre los entrerrianos en la Antártida, y continuó acrecentando aquella labor a través de muchos trabajos de difusión sobre la importancia que han tenido los comprovincianos a lo largo de la historia de aquel lejano territorio. “El primer nombre que sobresale en la historia que los argentinos comenzaron a tejer en la Antártida hace más de un siglo, es, precisamente, el de un entrerriano. El alférez José María Sobral, nacido en la ciudad de Gualeguaychú, fue el primer argentino en pisar el territorio más austral de nuestro país”, resalta Cettour. Sobral, nacido en 1880, participó de la expedición polar del sueco Otto Nordenskjold, embarcándose en Buenos Aires en diciembre de 1901 en el buque Antarctic, nave que quedaría atrapada en los hielos, razón por la cual el entrerriano Sobral se convirtió en el argentino que invernó por primera vez en la Antártida, y lo hizo por dos años consecutivos, hasta que en noviembre de 1903, una misión argentina de salvamento dirigida por el teniente Julián Irízar, a bordo de la corbeta Corbeta ARA Uruguay – hoy, el buque más antiguo a flote de la Armada Argentina– rescató al contingente, incluido Sobral, y lo llevó de regreso a Buenos Aires. Luego de participar de la expedición de Nordenskjöld, en 1904, se desvinculó de la Armada y viajó a Suecia para estudiar Geología en la Universidad de Upsala, donde se doctoró en 1913. Fue el primer geólogo argentino con título universitario y el mejor petrólogo a nivel mundial de su época. A su regreso al país en 1914, ingresó en la Dirección General de Minas e Hidrografía, donde llegó a ser director general en 1924. Fue autor de importantes libros, entre ellos, El Futuro de Nuestra Armada, Problemas de los Andes Australes, Sobre Cambios Geográficos, La Frontera Argentino-Chilena en el Canal de Beagle y Dos años entre los hielos. En aquella épica misión de rescate a bordo de la corbeta Uruguay, otro entrerriano, el entonces teniente de Fragata Ricardo Hermelo, nacido –al igual que Sobral– en Gualeguaychú, en 1870, era el segundo comandante de aquel buque. Por sus importantes acciones se le otorgaron condecoraciones en Suecia y en Noruega. Hermelo alcanzaría el almirantazgo y ocuparía importantes cargos a lo largo de su carrera militar. Hermelo fue comandante de la Corbeta Uruguay antes de la misión de rescate y en años posteriores a ella. A los pocos meses del rescate del Antartic y toda su tripulación por parte de la corbeta Uruguay, llegó a Buenos Aires el científico escocés William Bruce, que había logrado salir de las Islas Orcadas luego de haber quedado, al igual que el Antartic, atrapado en los hielos por un año. Había dejado en las Islas Orcadas instalaciones científicas de mediciones climáticas y se las ofreció al entonces presidente Julio Argentino Roca. Por gestiones del perito Pascasio Moreno, Argentina compró esas instalaciones y, meses más tarde, el 22 de febrero de 1904, se instaló en la Antártida el primer asentamiento argentino permanente en este territorio.

Un uruguayense

Hugo Cettour remarca en su relato, la actuación en aquella centenaria expedición de rescate entre los hielos de un hombre de su misma ciudad. “En la tripulación de la Corbeta Uruguay que rescató a Nordenskjold, viajaba también un colega cirujano, el doctor José Gorrochategui, quien había nacido en Concepción del Uruguay, ciudad donde hoy descansan sus restos”, señala. Pepe Gorrochategui, como cariñosamente lo llamaban sus familiares y amigos, era conocido como un librepensador que socializada siempre con humor en los distintos ámbitos donde se desempeñaba. En aquella larga y peligrosa expedición a la Antártida, fue uno de los hombres indispensables que forjaron su éxito. Según la narración de muchos de sus familiares que fueron hilvanando historias de aquel médico aventurero, Pepe se prestaba siempre para todas las tareas, desde las más simples a las más complejas. Parte de ese anecdotario, afirma también que, al llegar a territorio antártico, Gorrachategui fue el primero en descender para explorar ese territorio inhóspito en un trineo. Ese lugar, un helado cabo antártico, hoy lleva su nombre. Como parte del hilo conductor de entrerrianos que fueron pioneros de la ocupación argentina de territorio polar, Cettour también resalta el rol de Hernán Pujato, un hombre nacido en Diamante, coincidentemente en aquel 1904. Pujato llegó a general de División del Ejército y fue el militar argentino que en el siglo XX mayor número de distinciones y condecoraciones recibió. Siendo coronel, Pujato, el día 21 de marzo de 1951, izó la bandera y depositó un cofre de bronce conteniendo tierra de Yapeyú, al inaugurar la base General San Martín en la Antártida. En diciembre de 1954, ya con el grado de general, volvió a la Antártida para fundar la base General Belgrano, permaneciendo, por espacio de dos años y cuatro meses en dicho continente. “Es necesario mantener viva la memoria y el recuerdo de cada uno de esos nombres, no solo de los entrerrianos, sino la de otros cientos de argentinos, como testimonio del respeto de todo un país por los compatriotas que durante más de 100 años han hecho posible que esta base funcionara de forma ininterrumpida”, señaló Cettour. https://www.unoentrerios.com.ar/

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