Gentileza C/N ® Francisco Valiñas
La Madagascar fue una fragata mercante británica construida para el comercio de la India y de China en 1837, que desapareció en un viaje desde Melbourne a Londres en 1853. Su desaparición fue uno de los grandes misterios marítimos del Siglo XIX y ha sido probablemente el tema la especulación de más que cualquier otro rompecabezas marítima del siglo, a excepción del Mary Celeste.
La Madagascar, segunda fragata de la clase Blackwall, fue construida por George Wigram y Henry Green en el Astillero Blackwall, de Londres , en 1837. De tres mástiles, tuvo un desplazamiento de 951 toneladas, una eslora de 49 metros, 9,93 metros de manga, 4,6 metros de calado en lastre y 6,8 metros a plena carga. Fue tripulada por 60 hombres.
La mitad de su carrera de 16 años tuvo como capitán a William Harrison Walker, mientras durante toda su vida miembros de la familia Green cubrieron puestos de oficiales. Transportaba carga, pasajeros y soldados entre Inglaterra y la India hasta el final de 1852. Además de su tripulación normal, que también llevaba jovencitos como guardiamarinas de la práctica naval para ser entrenados como oficiales de marina mercante. Sus padres o representantes pagaban por su formación, y éstos recibían un salario nominal de un chelín por mes.
Debido a la fiebre del oro de estilo victoriano, la Madagascar, bajo el mando del capitán Fortescue William Harris, fue enviado a Australia con emigrantes. Dejó de Plymouth el 11 de marzo 1853 y, después de un paso sin incidentes de 87 días, llegó a Melbourne el 10 de junio.
Allí, catorce tripulantes de los 60 de la dotación desertaron. Como en las tabernas del puerto se corrió el rumor de que la vida a bordo era miserable por el trato despótico de oficiales y nostramos, no fue fácil contratar relevos, y solo tres nuevos marineros firmaron contrasto para embarcar. Pero no llegaron a zarpar. El 10 de agosto, justo cuando la nave se alistaba a partir, la policía detuvo a uno de ellos, John Francis, acusado del robo ocurrido el 20 de julio a la financiera privada Escort, Goldfield & McIvor de Melbourne. Al día siguiente, la policía detuvo a los otros dos, uno a bordo de la nave y el otro cuando se disponía a embarcar, imputados de haber participado en el mismo delito.
Como resultado de estas detenciones la Madagascar no dejó Melbourne hasta el 12 agosto de 1853. Zarpó con 110 pasajeros con destino a Londres, una carga de lana y el arroz, y cerca de dos toneladas de oro por valor de 240.000 libras esterlinas. Después que cruzó Port Phillip Heads nunca más fue vista.
Cuando transcurridos meses de la fecha prevista para el arribo, ya en mayo de 1854, se presumió desaparecida la Madagascar. Previamente se había recabado el testimonio de otros buques que zarparon después de Melbourne, y se consultó a agentes navieros británicos de puertos intermedios de la ruta Australia – Inglaterra, donde la fragata pudiera haber recalado en caso de algún inconveniente. Pero nadie la había visto. Finalmente, en octubre de 1854 el Almirantazgo la declaró oficialmente perdida, y cursó las notificaciones correspondientes a propietarios y consignatarios de la carga, para los trámites correspondientes ante la aseguradora.
Ante la ausencia de evidencias, se conjeturaron muchas teorías por la desaparición del buque. Primero se habló de un incendio masivo provocado por la combustión espontánea de la carga de lana. Después que naufragó luego de una colisión con un témpano. Y la más polémica: un grupo de tripulantes se amotinó, asesino a oficiales, pasajeros y el resto de la dotación, y se dio a la fuga con el oro robado. Pero ninguna de esas pudo ser confirmada.
En 1872 surgió la versión de una supuesta confesión lecho de muerte por un viejo marinero que frecuentaba tabernas en Southampton, quien habría dicho «…sé quién mató al capitán del Madagascar… «, lo que apuntalaba la versión de un posible motín a bordo. Otra versión, ya del Siglo XX, indica que la confesión del lecho de muerte fue formulada por una mujer, pasajera que fue tomada por los amotinados, y violada antes de ser abandonada en un puerto africano, y que demasiado avergonzada de lo que le había pasado lo mantuvo en secreto hasta la hora previa a su muerte.
La leyenda de la Madagascar y su destino se ha utilizado varias veces como elemento de la trama en la ficción popular, el más antiguo conocido: “A la deriva” de Frank Fowler, o “The Rock in South Atlantic” de James Michener, ambos de 1861, y más adelante “El destino de la Madagascar” de Thomas Harrison, publicado en Melbourne, 1868. También influyó en “El cuento de los Diez: Un Romance de agua salada” de Clark Russell en 1896, y “El romance de tesoro enterrado” de T. C Puentes en 1931, que a su vez fue utilizada en 1949 por el capitán W. E. Johns en “Biggles rompe el silencio”. El uso más reciente del misterio en un escenario ficticio es “Deadly Tide” de J. Curtis (Pan Macmillan Australia Pty Ltd., 2003, ISBN 0-33036398-0 ).