La Antártida explicada por un joven biólogo uruguayo que ama los pingüinos (y estudia sus heces)

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Un grupo uruguayo de estudiantes de ciencias estuvo 10 días en la Antártida. Uno de ellos utilizó las redes sociales para difundir la experiencia. Su conocimiento científico y amor por los pingüinos despertaron el interés de miles de internautas. Sputnik lo entrevistó y te cuenta cómo fue su estadía en el continente de hielo. Franco Laureano es uno de los 16 estudiantes de la Facultad de Ciencias (Fcien) de la Universidad de la República (Udelar) que viajaron desde Uruguay hasta la Antártida el 10 de enero de 2019 para hacer ciencia. Durante 10 días, los jóvenes realizaron muestreos de campo y trabajo de laboratorio en el destacamento científico antártico que desde hace 35 años representa a Uruguay sobre el hielo: la Base Artigas, en la isla Rey Jorge, en el archipiélago Shetland del Sur. El país sudamericano es uno de los 29 miembros consultivos del Tratado Antártico, y el único que brinda la posibilidad de formación científica en temas del continente blanco a estudiantes de pregrado, a través de la Escuela de Iniciación a la Investigación Antártica (EVIIA). Dicha iniciativa es gestionada por el Instituto Antártico Uruguayo (IAU) y la Fcien. Es la tercera vez que estudiantes de la EVIIA realizan un curso práctico en la Antártida; la primera vez fue en 2014. Miles de internautas se enteraron del proyecto y del trabajo científico en la Base Artigas gracias a Laureano, que a lo largo de la expedición hizo cientos de post en las redes sociales. En su cuenta de Twitter el biólogo de 23 años utilizó el humor y selfies con pingüinos para divulgar conocimiento científico. Logró 90.000 visitas a su perfil y 1,3 millones de «impresiones» de twits. A través de los posteos, Laureano explicó que en el verano antártico hay 22 horas de luz, pues «el ángulo del eje de rotación de la Tierra […] en verano el continente está la mayor parte del día expuesto a la luz del sol». Lo más lindo no es que yo sólo publicaba cosas —agregó—, sino que [las personas] me respondían, preguntaban, se generaban chistes, y entre selfie y selfie con pingüinos, hablaba del Tratado, del Protocolo de Madrid. [Utilicé] la empatía que generan los pingüinos, el amor que les tengo, para hacer otro tipo de divulgación». Al joven biólogo le interesa que las personas conozcan qué está pasando en el continente más austral y por qué es necesario cuidarlo. «La Antártida está en riesgo. Entonces, si te mimetizas con los pingüinos y decís que son lindos, también podes empezar a hacer cosas para cuidar el hábitat en el que viven, y el único que tienen es la Antártida, que está siendo afectada. Es cuestión de todos cuidar la Antártida, no solo por los pingüinos, por los invertebrados, los peces, las focas. También porque se cuida al mundo entero», aseguró. En sus twits, Laureano hizo hincapié en que la Antártida «tiene un rol fundamental en el enfriamiento de las corrientes de agua». En conversación con Sputnik, explicó que «todas las corrientes pasan por la Antártida, se termorregulan y vuelven al mundo: la Antártida tiene un rol fundamental en la ecología de todo el mundo, el cambio climático claramente la está destruyendo, también sirve para tomar conciencia de todo esto». Los 16 estudiantes que viajaron este 2019 fueron acompañados por seis docentes, y montaron cuatro laboratorios para investigar invertebrados polares y bioinvasores, ecosistemas antárticos, cronobiología y microbiología. Junto a las estudiantes Claudia De Luca, Irene Ferreiro y Betina Sprunk, Laureano, que está trabajando en su tesis de grado sobre biotecnología, forma el equipo de microbiología, que trabajó con técnicas de biología molecular en un relevamiento virológico: buscaron ciertos virus en pingüinos y skuas mediante análisis de las fecas y cadáveres (métodos no invasivos). Ellos montaron el primer laboratorio uruguayo de biología molecular en la Antártida. «Básicamente estábamos mucho tiempo sentados, donde había muchos pingüinos, esperando que hicieran caca. Sacábamos muestras [de las heces], y mediante análisis moleculares, identificamos cuáles eran los posibles virus que podrían estar presentes en la población de pingüinos», contó Laureano a Sputnik.  De todas formas, los estudiantes volvieron a Uruguay con «muestras de agua y abundante caca para analizar de nuevo» porque no saben si la técnica implementada funcionó o no.  «Todas las técnicas moleculares se trabajan con enzimas, que son proteínas y son muy lábiles a la temperatura; hay que mantenerlas en una cadena de frío importante. Para llegar [a la Antártida] tuvimos que hacer una escala en Punta Arenas [Chile] y por problemas externos no pudimos mantener la cadena de frío… entonces tampoco podemos confiar en las enzimas que utilizamos», contó.

En Uruguay el equipo de estudiantes de microbiología analizará las muestras de fecas con «enzimas lindas y confiables». «Al estar en la Antártida los insumos eran extremadamente limitados, y hubo cosas que se tuvieron que ir resolviendo en la marcha. […] Son adversidades que en próximas ediciones [de la EVIIA] se tendrán que prever mejor», concluyó.

Sobre el continente blanco y Uruguay

En sus tuits, Laureano explicó que la Antártida no le pertenece a ningún país ni tiene fronteras internas porque allí lo que importa es la ciencia y la paz. El Tratado Antártico, que data de 1959 (entró en vigor en 1961), estipula que el territorio blanco será destinado a «fines pacíficos», la ciencia y la cooperación internacional entre científicos. Su increíble y atípica biodiversidad hace que los 14 millones de kilómetros cuadrados que conforman sean de interés crucial para la ciencia. En 1991 se firmó el Tratado de Madrid para la conservación del medio ambiente antártico donde se especifica la importancia de los ecosistemas antárticos a nivel global y su valor a nivel científico. También se prohíben prácticas que puedan afectarlo, como la minería y petroleras. A pesar de que el lugar más remoto de la Tierra presenta condiciones ambientales hostiles para la vida humana, entre el frío y el hielo existe una enorme diversidad de microorganismos capaces de sobrevivir y reproducirse a bajas temperaturas. Todas cosas que a los científicos les fascinan y cuyos estudios pueden ayudar a la humanidad, como el realizado en 2017 por bioquímicos y biólogos moleculares de la Fcien, que analizaron una enzima de una bacteria que permite reparar el daño causado por la radiación ultravioleta. El virólogo y ex decano de la Fcien Juan Cristina,actual director de la EVIIA, dijo a La Diaria que «la formación de recursos humanos en calidad es lo más caro de un sistema de investigación y desarrollo, y es donde nosotros invertimos. La escuela es una actividad de formación universitaria que está acreditada como cualquier curso de nuestra Udelar, y apostar a los jóvenes es fundamental». El IAU, creado en 1975 y dependiente del Ministerio de Defensa Nacional, es el organismo nacional responsable de programar las actividades científicas y proveer la logística necesaria para su desarrollo. Uruguay tiene dos bases antárticas. https://mundo.sputniknews.com

 

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