Por HERNÁN SORHUET GELÓS
La participación de nuestro país en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos resultó el marco perfecto para que nuestro ministro de Ambiente, Adrián Peña, anunciara el compromiso de nuestro país de proteger el 10% de su Zona Económica Exclusiva (ZEE). Hasta ahora nuestro país sólo el 0.7% de esa zona ha sido protegidas formalmente. Esta iniciativa abarcará 12.000 kilómetros cuadrados, con un 60% cómo zona de veda. Será presentada en noviembre de este año y formalizada a principios del año siguiente por la vía de decreto. Se trata de un área que no tocará la costa. Su límite más próximo estará a unos 16 km en la zona de Punta del Este, y el más alejado a 64 km de Cabo Polonio. Este anuncio no es caprichoso sino una demostración cabal de madurez institucional que forma parte de la “hoja de ruta” llamada “Uruguay Azul 2030”, meta trazada por las autoridades en la que comprometen al país a expandir sus áreas protegidas totales al 30% para 2030. Nuestras áreas marinas están en problemas. Además de la contaminación generalizada que experimentan todos los océanos, sufrimos las consecuencias de la pesca industrial y semi industrial legal, que no es sostenible. Este debe ser el cambio cualitativo clave, que solo se podrá conseguir con la participación activa de todos los actores, sin exclusiones. La experiencia internacional demuestra que cuando se tomas medidas como las anunciadas por nuestras autoridades, se sientan las bases para recuperar, regenerar y restaurar el equilibrio perdido de zonas de elevada biodiversidad. ¿Por qué importa tanto? Porque al lograrlo se asegura el correcto funcionamiento de zonas de crianza de las especies de los océanos, esenciales para que toda esa compleja y valiosa vida marina, disponga de las condiciones naturales y ecosistémicas óptimas para normal desarrollo. Eso es conservación de los recursos. Como ha señalado con claridad el experto uruguayo Rodrigo García, cuando se logra mantener éstas áreas intactas, está demostrado que a su alrededor la pesca aumenta un 300% y allí sí se puede pescar. Incluso dentro de estas áreas protegidas, en determinadas zonas también se puede capturar peces, aunque utilizando métodos sostenibles. Ese es el futuro. Estamos hablando de la pesca responsable y selectiva que ya no se hará mediante la utilización de redes que capturan “al barrer” provocando una enorme destrucción biológica. Se utilizan distintos sistemas de trampas selectivas, tanto en cantidad de ejemplares como en especies capturadas. Aumentan considerablemente el valor de lo obtenido, porque serán productos certificados (con trazabilidad) de que, por ejemplo, no capturan delfines ni tortugas marinas. Existe un mercado cada vez más expandido para esta pesca basada en la conservación. Como si esto fuera poco, contar con áreas marinas protegidas también promueve la investigación científica, pero la aplicada a la conservación, algo fundamental para el futuro del país porque abandona el terreno teórico para pasar a la práctica con beneficios directos y tangibles para la sociedad. Nuestro país tiene una misión azul que debe materializarse y proyectarse al futuro con mucha fuerza y convicción. https://www.elpais.com.uy/