Estuvo ahogado 4 minutos en el mar, quedó tetrapléjico y ahora quiere cruzar a nado el Río de la Plata

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Siru Maluf dice que esta vez no tiene un objetivo en mente, como visibilizar que las personas tetrapléjicas pueden hacer deporte extremo, por ejemplo. No. Este desafío es para él una meta muy personal e íntima porque tiene que ver con desafiarse a sí mismo física, mental y espiritualmente. Es también una manera de rendirle homenaje a Jorge Gerónimo, su mentor y amigo, que murió tras un terrible accidente un año atrás. Cuando tenía 20 años y vacacionaba con sus amigos, el joven perdió la movilidad de sus piernas jugando con las olas en una playa de Villa Gesell: impactó contra un banco de arena, se golpeó la cabeza, se desvaneció y perdió la conciencia. Al despertar sintió todo su cuerpo inmóvil. El diagnostico fue “lesión medular a nivel C-6″. Quedó tetrapléjico. Llegar al punto en el que hoy está no fue fácil, por eso rendirle también honores a su propia resiliencia es una bandera que comenzó a levantar en 2017 cuando inició el proyecto “Uniendo con Esperanza mi Pueblo” desde el que comenzó a visibilizar la discapacidad física y a demostrar que las personas que la padecen pueden practicar deportes adaptados.

“Hoy estoy muy bien a nivel personal y físicamente ciento por ciento enfocado en mi entrenamiento tanto en natación como en musculación”, asegura a sus 30 años el flamante coach ontológico y cuenta su presente deportivo: “Estoy llevando a cabo un reto que es de 189 días para cruzara nado el Río de la Plata, pero antes debo realizar la primera prueba, que es cruzar el río Gualeguay desde el puente a Puerto Ruiz, que equivale a unos 25 km, más o menos. Ese cruce será clave para para tomar experiencia, para planificar y ver si estoy apto para realizar el cruce del Río de la Plata”. Al lado tiene a Damián Brown, que es uno de los primeros nadadores que hizo récord Guinness por cruzar el Río de la Plata en 9 horas, y Lucas, otro experimentado en esas aguas lleva la logística. “La idea es poder transmitir seguridad y llevar más allá estos límites físicos que tengo. Hablo de llevar los límite de las condiciones físicas al siguiente nivel: ver hasta dónde puede aguantar mi cuerpo, pero también cuánto desde lo emocional, mental y espiritual. Es una deuda que tengo con la vida, entonces me propuse también como objetivo poder atravesar semejante río”, define su meta. Para lograrlo, desde hace 42 días, Sirur entrena sin descanso. “Hago natación, ejercicios físicos para lograrlo y soy consiente de que tengo que pasar por estas etapas previas. Así que a cada cruce lo planifico, se arma alrededor una buena logística y todo lo esencial de cara a la gran meta. Sé que es un riesgo porque el Río de la Plata no perdona. Más allá de sus condiciones cambiantes, es un río muy inestable, muy bipolar. No sé si es más peligroso que otros, pero sí uno de los más adverso que existen en el mundo además del más ancho”, dice y cuenta que la idea final es unir Colonia con Punta Lara. “Por eso para cruzar el Río Gualeguay hay que esperar que llueva porque le falta agua en estos momentos. Mientras, estoy coordinando con Pablo Coso, que es un gran nadador que ya intentó cruzar el Río de la Plata y no lo logró por las condiciones climáticas. Le comenté mi idea de todo y quiso unirse a mi equipo. Me está dando un gran apoyo con toda la logística y el armado de este cruce”, revela. Coso fue quien le aconsejó hacer esa etapa previa para saber certeramente en qué condiciones físicas está. “Al estar una silla de ruedas, tengo ciertas condiciones que implican mucha paciencia y mucho trabajo. Seguimos esperando a que el Río Gualeguay crezca en agua para poder realizar el siguiente desafío”. Hablando de fechas, Sirur estima que ese primer cruce podrá darse cerca de noviembre. “Mientras tanto, estoy entrenando todos los días y superando cada uno de los retos diarios que me presenta la vida”, dice convencido el hombre que en 2017 inició el proyecto “Uniendo con Esperanza mi Pueblo” y que luego siguió con “Uniendo con Esperanza mi Argentina.” Sirur nació en Salto Colorado (San Luis) y se mudó a Rosario para estudiar la carrera de Medicina. Estaba acostumbrado a otros paisajes cuando aceptó un empleo temporal en un bar de Villa Gesell: era hasta entonces la mejor oportunidad de ganar unos pesos más en un lugar que quería conocer y disfrutar. Se encargaba de cortar y pelar frutas, acomodar el mobiliario en un comercio antes de que abriera a las 9 de la mañana, y luego vender jugos naturales y licuados. Apurado, dejaba todo listo para poder tomarse 40 minutos previo al inicio de la jornada para disfrutar de la playa, donde había adquirido el hábito de correr ante la inmensidad del mar y hacer clavados o saltar olas. Era un niño más disfrutando del contacto con el agua, el mundo que desde pequeño lo fascinaba. “El 2 de febrero de 2014, cerca de las 8:15 de la mañana fui a la playa y comencé a jugar con las olas. El día estaba raro, muy gris. Había poca gente, algunos surfistas, el guardavida y mis dos amigos. Empecé a entrar al agua corriendo, saltaba y cortaba la ola con un clavado y salía. Lo hice unas seis veces. Cuando estaba por irme para volver a trabajar, se acerca el guardavidas y me dice que no me tirara más, pero lo volví a hacer… Le dije que hacía un salto más y que me iba… Tomé carrera, con todas mis ganas, como si esa fuera la última vez que iba a correr en mi vida… Salté unos tres metros (soy muy alto) y corté la ola con un clavado, pero la ola había formado un banco en la arena. Caí ahí, me golpeó y no pude moverme. Quedé paralizado. Logré salir a la superficie con el diafragma debilitado porque perdí oxigenación, todo mi cuerpo estaba inmóvil”, relata y estremece. Sirur recuerda que intentó avisar que se estaba ahogando y que sus amigos pensaban que les hacía una de sus tantas bromas. Pido ayuda como pudo. “Busqué la mirada del guardavida, me miró fijo y en ese momento viene otra ola. Me envuelve y empiezo a ahogarme. Sólo recuerdo que mi cabeza tocó el fondo y se me vino la imagen de mi papá sonriéndome. Le dije: ‘¡Te amo!’, y perdí la conciencia. Estuve unos cuatro minutos ahogado. Me sacaron los surfistas, un amigo y el guardavidas, que me hizo RCP, según me contaron. Sólo recuerdo ese golpe y que desperté en el hospital al otro día”, revive Sirur el momento. Al despertar, un día más tarde, ya estaba su familia a su lado y supo que debía encarar varios días de rehabilitación. “Pensé que en cuestión de días iba a recuperarme porque toda mi vida hice deporte (boxeo y natación)”, revive. Los días pasaron, fue trasladado a Mendoza, donde estuvo seis meses internado por una operación en las vértebras cervicales c5 y c6, y encaró la primera rehabilitación larga. “En una de esas sesiones, le dije al jefe de kinesiología que en dos años iba a regresar caminando con un regalo en agradecimiento a lo que hacía por mi y me dijo: ‘¡Vos no vas a volver a caminar!’… ¡Se me cayó el mundo abajo! Entré en depresión. Por cuatro meses estuve muy mal, tirado en la cama, mirando el techo”, resume la peor etapa de su vida. Pero logró atravesarla a pura fuerza y recordando que cada vez que practicaba un deporte daba siempre lo máximo. Volvió a esa mentalidad ganadora y decidió que sólo él definiría cómo sería su vida. Comenzó a estudiar coaching ontológico y emocional. Asegura que eso lo ayudó entonces y que aún le permite ayudar a quienes están su misma condición. Entonces inició su proyecto. “Uniendo con Esperanza mi Pueblo es un proyecto que muestra que se puede practicar deportes adaptado y brindar un mensaje esperanzador”, dice sobre el inicio de sus desafíos que siguieron ampliando horizontes: llegó al Dique Punta Negra, San Rafael, Mendoza y San Juan con el proyecto “Uniendo con esperanza mi Argentina”.
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