Arqueólogos afirman que los restos corresponden a una goleta construida en 1917 llamada Blue Peter. El capitán Chamberlain Foster dio la orden. Él y ocho marineros abandonaron el barco que estaba incendiándose y lograron llegar a la costa uruguaya. La noticia tardó varios días en llegar a Estados Unidos pero, una vez sabido que estaban a salvo, fue reproducida en decenas de periódicos. La tragedia quedó atrás, en una playa de la que nunca dieron el nombre. ¿Tendrá que ver esta historia con unos restos escondidos en la playa de Portezuelo, en Maldonado?
“Hay una hipótesis robusta”, afirmó Matías Dourteau, investigador del Centro de Investigaciones del Patrimonio Costero del Centro Universitario Regional del Este (CURE-Udelar). Todo apunta a que las maderas y pernos que están debajo de las dunas de la playa de Portezuelo, cercanas al parador Tío Tom, pertenecieron hace más de un siglo al Blue Peter. Construido en 1917 en los astilleros de Camden, la ciudad del estado de Maine que se llama a sí misma “la joya de la costa”, el Blue Peter era una majestuosa goleta de cuatro mástiles, una eslora de unos 70 metros y de unas 1.105 toneladas. “Probablemente era una de las más grandes del momento”, señaló el arqueólogo que presentó el estudio en las IX Jornadas de Investigación de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación junto a Eduardo Keldjian. La derrota del Blue Peter era la siguiente: partía de Filadelfia con tinta para madera hacia Buenos Aires, desde donde debía traer polvo de huesos que era usado como fertilizante. Pero el 12 de diciembre de 1921, a 80 millas de Montevideo, una de las bombas de gasolina explotó por una causa nunca determinada, incendiándose toda la embarcación que terminó siendo encallada por órdenes del capitán. Nueve personas llegaron sanas y salvas a la costa y posteriormente viajaron a Estados Unidos. En una de las referencias al naufragio se indica que fue “frente a los campos de don Vicente Acosta y a 200 metros de la costa” (Diario del Plata, 13/12/1921) y que “no quedó más que las costillas, estando con las anclas en el agua, lo que le impide volver hacia el mar (El Siglo, 16/12/1921).
¿Por qué Dourteau y Keldjian aseguran que los restos encontrados en Portezuelo (fueron vistos por primera vez en 2011) pertenecen al Blue Peter? Por varias razones. Para empezar, esas 80 millas son la distancia exacta entre la Bahía del Potrero con la capital. Y, si bien en la prensa de la época se documentaron cinco accidentes en esa playa uruguaya, tres correspondieron a barcos mucho más pequeños (un patacho, un pailebote y una balandra) y el cuarto, el de Celina K. Goldman, una goleta canadiense de tres mástiles, fue rescatada, trasladada al puerto de Montevideo y rebautizada como Chivo.
Pero hay más. Dourteau, quien estuvo a cargo de la investigación histórica que lo condujo hasta los archivos navales estadounidenses, encontró datos sobre el barco que coinciden con lo encontrado en la Bahía del Potrero. Por ejemplo, en el sitio se desenterró parte de una sobrequilla que fue construida de la misma manera y con las mismas medidas que la sobrequilla del Blue Peter. “Están descriptas las dimensiones de los tablones: 35 centímetros. Coinciden con los 35 centímetros que encontramos en la playa”, dijo el arqueólogo. Además, está quemada en la parte inferior, a dos metros de profundidad. No es lo único que se encontró: también hay parte del forro exterior e interior (los tablones que cubrían el casco) y de las varengas (la pieza curva que se pone atravesada en sentido perpendicular sobre la quilla para formar la cuaderna) y otros elementos. Todo eso apareció en una excavación de unos 10 metros y los técnicos estiman que los restos están distribuidos en un espacio de más de 20 metros. Los arqueólogos sostienen que la quilla permanece enterrada en la duna. Los archivos son tan precisos que apuntan que el Blue Peter fue construido con pino de Oregon (Pseudotsuga menziesii). En este sentido, Keldjian dijo que si se pudiera hacer una taxonomía de las maderas y se verificara el mismo tipo no habría ningún espacio para la duda.
Keldjian relató: “La columna vertebral es la quilla; la sobrequilla y las varengas vienen a ser el costillar que hace la contención de lo que es el forro. Acá tenemos una clase de arquitectura náutica. Y siempre está la pregunta: ¿qué hay en los más de 10 metros que siguen enterrados?”
¿Qué más?
Luego de una excavación parcial y posterior registro del pecio, el que sería el Blue Peter fue nuevamente enterrado (las fotos que acompañan esta nota se tomaron durante la investigación), dado que es la mejor forma de preservar el sitio. No obstante, la erosión natural de la playa y los días de viento y tormenta revelan su presencia. El parador fue construido este año a unos 500 metros. Para Dourteau y Keldjian hay mucho más por descubrir pero se necesita financiamiento. Habría que, por ejemplo, realizar una excavación completa y practicar análisis metalográficos para la pernería y taxonómicos para la madera, entre otros. “Hay que ver en qué condiciones se encuentran los materiales en este preciso momento para determinar qué va a pasar con ellos”, explicó Dourteau a El País. Por ejemplo, habría que medir la cantidad de humedad y de celulosa contenida en los tablones. “Si se perdió la celulosa, al secarse, va a colapsar”, alertó. También se podría hacer un modelo tridimensional de los restos en base a fotogrametría y colocar cartelería en el sitio para que sea visitado por escuelas, liceos y público en general, convirtiéndolo en un atractivo turístico para el departamento. Lo último ya fue propuesto a la Comisión de Extensión de la Universidad de la República. Así dijo Keldjian: “Se podría hacer arqueología pública, es decir, que todo el mundo pueda pasar, ver y trabajar”. Lo más importante, a su juicio, es que “se despierte la curiosidad porque este es uno de muchos”. Hay dos otros naufragios cercanos que esperan ser hallados bajo la arena: uno a tres kilómetros de allí, en Sauce de Portezuelo, que nunca fue excavado pero podría conducir a una embarcación de 1792; y otro que se puede apreciar en la orilla de Chihuahua. En Canelones hay otro en el Fortín de Santa Rosa al que nunca se le dio una identidad. “La historia del Blue Peter en Portezuelo es nuestra historia y también la de Camden. Es una historia que está viva. Otros lugares están dispuestos a defender sitios como este. ¿Por qué nosotros no?”, se preguntó Keldjian. https://www.elpais.com.uy/