El costo de buscar petróleo en el mar: el daño a la fauna marina y sus «supermercados»

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Por Angelina de los Santos | @angelinadlsh

Los impactos de la búsqueda de hidrocarburos en el mar «están subestimados absolutamente» y por su alcance podrían afectar el mar uruguayo. Un buque sísmico típico, con su helipuerto, decenas de técnicos y pocas técnicas a bordo, se mueve a cinco nudos —unos 10 kilómetros por hora— por altamar. Cincha boyas que sostienen cañones de aire comprimido y un tendal de cables que se extiende por entre ocho y 12 kilómetros. Cada 10 segundos, los cañones disparan aire y generan ruidos más fuertes que las erupciones volcánicas o terremotos submarinos. Leídos por computadora, la forma en que se propagan los estruendos dan una idea bastante certera de qué hay en el subsuelo marino.  La prospección sísmica marina es el método más utilizado para ubicar e identificar la rentabilidad de yacimientos petrolíferos. Es el método más eficaz, pero implica un «enorme ingreso de contaminación sonora al mar» que daña tanto al diminuto —y a veces imperceptible— zooplancton, como a la imponente ballena azul, pasando por la ballena franca austral, especie icónica de mares argentinos y uruguayos. Eso advirtió Valeria Falabella, bióloga marina integrante de Wildlife Conservation Society Argentina, y una de las seis autoras del informe sobre el Estado de situación, riesgos e impactos de la prospección sísmica en el Mar Argentino, publicado en mayo por el Foro para la Conservación del Mar Patagónico y Áreas de Influencia*. Los proyectos de búsqueda de hidrocarburos en Argentina volvieron a encender los reclamos de organizaciones ambientalistas y conservacionistas del país y la región ante la amenaza que representan para la fauna y flora marina local y de alrededores. El área habilitada para realizar prospecciones sísmicas hasta 2028 abarca la superficie de Perú o siete veces la de Uruguay: 1,3 millones de kilómetros cuadrados. Estos permisos se extienden prácticamente sobre toda la Zona Económica Exclusiva continental argentina, y se superponen «ampliamente con los frentes productivos y áreas destacadas para la conservación de la biodiversidad», aseguran las y los autores del informe. Tal es el caso de los proyectos de la petrolera noruega Equinor y la argentina YPF —en coordinación con la británica Shell—, que tienen permisos para realizar prospecciones sísmicas frente a las costas de Mar del Plata, a menos de 500 kilómetros por mar de Montevideo. La zona concedida coincide con parte del Talud Continental, una pronunciada vertiente que está entre los 200 y 4.000 metros bajo el nivel del mar, donde se genera el mayor y más productivo frente marino a nivel regional. Es la zona que, por ejemplo, recorren las ballenas francas con sus crías para alimentarse.

«Estamos hablando de una zona que es un supermercado marino», aseguró Fallabela. Según la bióloga marina, toda la cadena alimenticia acuática vive del talud: «desde lo que vemos con una imagen satelital de clorofila, pasando por el zooplancton, pingüinos, elefantes marinos hasta las ballenas». El talud es un área clave para la estructura ecológica y funcional del mar argentino y de la región. Allí tienen lugar los procesos de desarrollo y crecimiento de las especies, por lo que «su conservación es prioritaria», advierten los y las expertas autoras del informe publicado por el Foro.

Una amenaza a la vida acuática

En marzo Falabella estuvo en una expedición sobre el Agujero Azul, un área particularmente rica en recursos biológicos del Talud Continental con un sector dentro de la Zona Económica Exclusiva Argentina, y otro en altamar. «Los motores [del barco] recalentaban y sonaban las alarmas porque los filtros se llenaban de zooplancton, de la cantidad de vida que hay en esa zona. Es algo que sabíamos, pero una cosa es que yo vea el mapa de clorofila satelital, y otra es que venga el ingeniero y nos diga: ‘Mirá cómo tus bichitos nos están reventando el filtro del barco’. A cada rato había que limpiarlo», recordó. La zona, que comprende unos 6.600 kilómetros cuadrados y está ubicado a unos 500 kilómetros al este del golfo San Jorge del mar argentino «es un motor biológico enorme para el mar patagónico», aseguró Falabella. Por su riqueza, el sector del Agujero Azul en altamar registra una intensa actividad pesquera extranjera. Pese a que Falabella conocía la magnitud de la pesca en la zona a través de estudios, números y fotografías satelitales, contó que la impactó «estar de noche ahí y pensar que está por amanecer o atardecer por la intensidad de luz que hay en el horizonte». También se sorprendió al ver más de 100 barcos pesqueros alrededor del suyo y después, desde Punta Arenas (Chile) hasta Puerto Madryn, en una navegación de miles de kilómetros, ver solo uno. Además de la actividad pesquera en exceso —y la basura plástica que flota a cientos de kilómetros de las costas—, las prospecciones sísmicas y la posible explotación de hidrocarburos son las grandes amenazas de la rica vida marina del Talud Continental.

Los impactos de la búsqueda de hidrocarburos en el mar

Bajo el oleaje, a seis metros de profundidad, los cañones del buque sísmico típico disparan aire al agua por milésimas de segundo cada 10 segundos —o 25 metros—. Así generan ondas sonoras que penetran el subsuelo marino y se reflejan de distinta forma según su formación geológica. Las ondas son captadas por los hidrófonos —unos micrófonos para agua que transducen a electricidad los estruendos— que son arrastrados, seis metros más abajo, por el tendal de cables que tienen más diámetro que un CD. El problema es que las ondas son tan potentes que viajan grandes distancias, ya que se propagan más lejos y más rápido que por el aire. Las ondas «pueden viajar a cientos y miles de kilómetros, cuánto exactamente va a depender de cada lugar, de donde esté la fuente, de la intensidad, características hidrometeorológicas, del cuerpo de agua, profundidad, tipo de fondo, etcétera», explicó Cristián De Haro, investigador y docente del Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente Dr. Jorge Morelo de la Universidad de Buenos Aires, y consultor del Instituto de Conservación de Ballenas. Él, junto a Falabella y otros cuatro expertos, es autor del informe sobre la prospección sísmica en el mar argentino. Por la cantidad de variables que influyen en la propagación de las ondas es difícil calcular qué alcance tienen. Sin embargo, un estudio realizado en el Atlántico medio entre 1999 y 2009 —publicado en 2012 y citado en el informe—, reveló que a pesar de la gran distancia entre los buques de prospección sísmica que trabajaban en los hemisferios norte y sur y en el Atlántico este y oeste, en todos los sitios relevados se registraron sus estruendos, en todos los meses del año, y en un caso, incluso a 4.000 kilómetros del barco de prospección. El enorme ruido introducido en el mar por la prospección sísmica —que se suma al del tráfico marino, explosiones, sonares militares y construcciones—, perjudica a la «biodiversidad en la columna de agua completa y con un radio de influencia que trasciende la zona de prospección del barco. (…) Eso no se puede tapar», resumió Falabella. Los disparos de aire dañan especialmente a los cetáceos —ballenas, cachalotes, delfines, orcas, marsopas y más—, que usan el sonido para alimentarse, reproducirse, sociabilizar, reconocer y cuidar de sus crías, evaluar qué pasa en su entorno, detectar posible comida y depredadores, trabajar en conjunto para capturar presas, navegar y comunicarse. El ruido puede producir «cambios de comportamiento y retrasos de desarrollo, hasta lesiones graves e incluso la muerte», indicó la bióloga marina. Por ello, allí donde se producen los estruendos y por miles de kilómetros a la redonda —según conservacionistas—, o por un área de radio no menor a 500 metros —dicen algunos protocolos petroleros—, no debería haber ningún animal.

Además del impacto de la prospección sísmica, la posterior explotación de recursos hidrocarburíferos es una amenaza potencial a la vida marina y sus hábitats. Una evaluación realizada por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires reveló que la probabilidad de que ocurrieran derrames durante la explotación de petróleo off-shore puede llegar al 100% para algunos niveles de producción estimados para la Plataforma Argentina. Los accidentes pueden originarse incluso por factores desencadenantes ubicados a grandes distancias del sitio del derrame. A esto se le suman las emisiones de gases por la quema de combustibles fósiles que empeoran los efectos del cambio climático, señalan los y las autoras del informe. También implica un revés para la actividad pesquera, indicó Falabella. Ante los ruidos, en algunos casos los animales se retiran de la zona. «A veces vuelven en unas semanas, otras veces tardan meses en regresar», apuntó. No obstante, la variedad y gravedad de los impactos «están subestimados absolutamente», advirtió la bióloga marina. «Todo lo que tiene que ver con la descripción de los impactos, de lo que uno puede estudiar y puede encontrar en la bibliografía científica, está subestimado, porque mucho de lo que sucede y se daña no se va a saber, está pasando en el medio del mar… Pero sí lo sabes porque conoces la intensidad del sonido, y sabes que eso genera un daño enorme», explicó. Además, el Foro advierte que la prospección sísmica va en contra de acuerdos internacionales a los que Argentina suscribe, como el Convenio sobre la Diversidad Biológica y sus Metas de Aichi, que promueve la creación de áreas marinas protegidas, o el Acuerdo de París, que busca mitigar el cambio climático minimizando las emisiones de gases de efecto invernadero.

*El Foro para la Conservación del Mar Patagónico y Áreas de Influencia es una red internacional de organizaciones sociales que trabaja para lograr la integridad eco sistémica y la gestión efectiva del área marina que rodea el cono sur de América. https://www.montevideo.com.uy/

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