Por Eduardo Barreneche
El velero tuvo bandera de tres países (Inglaterra, Italia y Uruguay), tres hundimientos, tres armadores, tres denominaciones y tres juicios. El velero de carga uruguayo “Clara Y” tenía un gran parecido con el “Capitán Miranda” de la Armada Nacional. Poseía tres mástiles, una eslora (largo) de 56 metros y ocho metros de manga (ancho). Era impulsado por un aparejo de barca. Se trataba de un velero que no pasaba desapercibido en ningún puerto en momentos en que las embarcaciones impulsadas a combustión reinaban. Pero su historia, que duró 82 años, estuvo cargada de altibajos. El velero tuvo bandera de tres países (Inglaterra, Italia y Uruguay), tres hundimientos, tres armadores, tres denominaciones y tres juicios, recordó el capitán de Navío (CG) Alberto Ballestrino, tataranieto del navegante italiano Pietro Ballestrino que estuvo al mando del “Clara Y” en Uruguay. Además, Alberto Ballestrino es hoy jefe de la Circunscripción del Océano Atlántico de la Prefectura Nacional Naval.
El lunes 23, en una conferencia realizada en el marco de la 23° Edición de la Semana del Mar de Punta del Este sobre la historia del “Clara Y”, Ballestrino acompañó al historiador experto en temas marítimos, Antonio Varese. El evento fue organizado por Adriana Expósito. La conferencia de Varese, seguida por un centenar de personas, se centró en un episodio ocurrido frente a las costas de José Ignacio cuando un temporal obligó al velero uruguayo a ponerse al amparo de la Isla Gorriti tras sufrir averías en el timón y velas destrozadas. Mientras aguantaba la tormenta, el enorme velero perdió tres anclas. La embarcación terminó en la arena de la playa “La Pastora”, frente a la casa de veraneo del presidente de la empresa armadora, Pedro P. Berro. Se trató de una ironía del destino. Tras 67 días de trabajo con un remolcador y tripulantes, el velero flotó nuevamente y fue llevado a un dique para que le hicieran reparaciones.
Al agua
Como ya se dijo, el velero de carga tuvo tres nombres. Fue construido en Inglaterra en 1875 en un astillero ubicado en Middlesborough (York), a poca distancia del Mar del Norte. Su primer nombre fue “Langland” y tenía la más alta clasificación del Lloyd. “El buque fue construido para fiestas de magnates. Nunca fue utilizado. Su primer bandera fue inglesa”, dijo el capitán Ballestrino al ser consultado por El País. Luego fue adquirido por propietarios que lo destinaron durante 22 años al transporte de guano, sal y cueros entre Perú, Chile, Argentina, Uruguay y Europa.
En 1897, el buque fue comprado en Bélgica por el armador italiano Bartolomé Ballestrino, quien lo matriculó en Génova con su nuevo nombre “María Madre”. El mando, como se señaló, quedó a cargo de Pietro Ballestrino, hermano de Bartolomé. La embarcación continuó transportando cargas entre América del Sur y Europa, con múltiples pasajes por el temido Cabo de Hornos. El “María Madre” amarró en el puerto de Paysandú el 29 de marzo de 1902 con un cargamento de sal. Tras descargar esa mercadería, fueron embarcados 1.500 cueros con destino a Amberes (Bélgica). El valor de los cueros era de $ 120.000.
Ballestrino cobraba 35 chelines por cuero si se embarcaban pocas cantidades. El contrato firmado entre Ballestrino y la firma exportadora “F. Langemann y Cía” de Montevideo señalaba que si se cargaban más cueros, el costo del flete de cada uno bajaba de 35 a 28 chelines. El barco fue cargado. Pero Ballestrino decidió no zarpar y ahí se desató una batalla legal que duró 42 años.
¿Por qué Ballestrino se negó a partir hacia Amberes?
La respuesta es simple: la empresa exportadora no le entregaba el manifiesto de carga que señalaba la cantidad de mercadería cargadas en las bodegas del “María Madre”. Era obvio que había más carga que los 1.500 cueros fijados en el contrato. Durante esas cuatro décadas que duró el pleito, el barco se transformó en una postal de Paysandú. Mientras duraba el juicio, el marino acostumbraba a decir en italiano a sus allegados que regresaría a su pueblo natal con bolsones de oro. Mientras esperaba el fin del litigio, Ballestrino trabajaba embarcado en la flota del armador y escritor Antonio Lussich, donde participó en múltiples rescates de barcos. En 1924, la Alta Corte de Justicia (hoy Suprema Corte de Justicia) falló contra Ballestrino. En 1936, el velero fue rematado. Ya anciano, Ballestrino regresó a su pueblo natal de Nervi, en Italia. Pero no se fue con las manos vacías. En 2025, el capitán Alberto Ballestrino conoció a su bisabuela, quien le narró que su padre tenía mucho dinero en oro en bolsas arriba de un ropero. Esos fondos fueron obtenidos por Pietro Ballestrino en el comercio de mercaderías y de los rescates realizados en los barcos de Lussich. En la mencionada subasta, el velero fue adquirido por la Asociación de Amigos de la Ciudad de Paysandú. Poco después, lo compró la Naviera Olimar S.A. y lo refaccionó para continuar como velero de carga con bandera uruguaya. Ahí recibió su último nombre: “Clara Y”. Trasladó cargas a puertos de América del Sur durante 20 años. En 1957, al regresar del puerto brasileño de Santos rumbo a Montevideo, el velero naufragó frente al cabo brasileño “Soledad”. Algunos restos fueron adquiridos por el Museo Histórico Departamental de Paysandú para exponerlos al público. (Eduardo Barreneche)