«Son trenes muy modernos. Yo creo que hoy podemos decir que a nivel ferroviario estamos a niveles de países europeos. Porque tiene mucha tecnología y lo más importante es que son muy seguros. Hay que respetar las señales, se va a bajar la barrera, va a sonar la alarma sonora y nosotros vamos a avisar con la bocina. Es algo normal como en la ruta, un semáforo normal», explicó. Unas 3.4 millones de toneladas de celulosa por año son exportadas desde Uruguay a destinos como Europa y China, entre las dos plantas de UPM. En la empresa trabajan directamente 7 mil personas y con el comienzo de la operativa en Paso de los Toros se debió incorporar más personal. Con 26 años, Belén fue una de las primeras técnicas logísticas que ingresó a trabajar en la base de control que se instaló en el puerto y egresó de la UTU de Fray Bentos. «Recibimos la pulpa, que produce Paso de los Toros, la almacenamos hasta que tenemos un buque y la mandamos al destino asignado. Tenemos sistemas automatizados y estamos en continuo control, ya que también tenemos almacenamiento de químicos, para luego enviarlo como la materia prima que se va a utilizar en Paso de los Toros», contó Belén. Belén trabaja junto a Leticia, otra de las jóvenes que forma el equipo logístico. Leticia pasó por enfermería hasta que decidió cambiar y pasar a controlar camiones y trenes. Desde la base puede hacer el seguimiento de cada uno. «Hemos tenido que aprender desde cero lo que es la dinámica del tren», afirmó Leticia. «Hoy en día somos capaces de recibir el tren y de recibirlo con toda la seguridad», remarcó.
En esta recorrida, el equipo de Subrayado llegó hasta el lugar donde se almacena la pasta de celulosa hasta que es cargada en los buques que la transportan al exterior. La pulpa de celulosa es utilizada para productos de la vida diaria como servilletas, insumos médicos, bolsas, telas y otros elementos farmacéuticos. Al llegar al puerto es almacenada en enormes galpones por operadores que la dejan pronta para exportar. Jhonatan trabajaba como taxista y Joana era recepcionista en una fábrica de pastas, ambos se decidieron cambiar y concursar para estos puestos. «Nunca me había visto a mí en una máquina así, grande, de altura, pesada, montar carga, elevar hasta cuatro metros de altura, pero la verdad que me creo recapaz, me regusta», contó Joana.
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