Un estudio reciente ha revelado que las ballenas azules del Atlántico norte tienen en su ADN rastros de otra especie: la ballena de aleta. Esto sugiere que, además de cruzarse entre sí, también pueden reproducirse con híbridos, es decir, con descendientes nacidos de la unión entre ambas especies.
Un descubrimiento inesperado
Hasta hace poco, se pensaba que los híbridos entre especies diferentes no podían reproducirse, como ocurre con las mulas o los ligres (cruce entre león y tigre). Sin embargo, este estudio demostró que en el caso de las ballenas sí es posible. Los investigadores analizaron el ADN de 31 ballenas azules del Atlántico y encontraron que alrededor del 3.5% de su material genético proviene de la ballena de aleta. Este fenómeno, llamado introgresión, ocurre cuando una especie incorpora ADN de otra a lo largo de generaciones. En 1986, en Islandia, se encontró el primer caso documentado de una ballena híbrida embarazada, lo que confirmó que estos animales pueden tener descendencia fértil.
¿Riesgo o ventaja para la especie?
Si bien este cruce de ADN puede aumentar la diversidad genética y hacer a las ballenas más resistentes a cambios ambientales, también plantea un problema: la posible desaparición de la identidad genética de la ballena azul. Actualmente, se ha observado que las ballenas azules adquieren más ADN de la ballena de aleta, pero no al revés. Esto podría llevar a que, con el tiempo, la ballena azul pierda sus características únicas y se vuelva más vulnerable a la extinción.
Un caso único en el mundo
La ballena azul, el animal más grande del planeta, está en peligro de extinción y su población sigue siendo baja. La subespecie que habita el Atlántico norte es una de las más amenazadas. Curiosamente, la hibridación entre ballenas azules y de aleta se ha observado principalmente en esta región, lo que lo convierte en un caso especial a nivel mundial.
Los científicos aún investigan por qué ocurre con tanta frecuencia en esta zona. Una posible explicación es que hay más ballenas de aleta que ballenas azules, lo que hace que los encuentros entre ambas especies sean más comunes. A pesar de los desafíos, algunos expertos creen que este fenómeno podría ser una señal de esperanza. Un mayor intercambio genético podría ayudar a que la población de ballenas azules se recupere y se adapte mejor a los cambios en el océano. Este descubrimiento nos recuerda que la naturaleza sigue teniendo muchos misterios por descubrir y que la ciencia juega un papel clave en la protección de las especies en peligro.
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