Cuando las aguas llegaban a la calle 25 de Agosto

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Aquellos primeros habitantes de Montevideo para poder hacer funcionar aquella bahía como instrumento de puerto, debieron primero acercarse sin riesgos con embarcaciones menores de la orilla costera a los barcos de ultramar fondeados. Nuevamente nos damos la oportunidad y el gusto de disfrutar hermosas y sugestivas imágenes de nuestro viejo puerto, con todo lo colonial y sorprendente que sus instancias de entonces nos ofrece.  Sin duda, fue una bahía-fondeadero muy hospitalaria pero también muy difícil, marcada por mucha roca chica que eran las estribaciones pedregosas de la Cuchilla Grande cuya península iba de la calle Buenos Aires a la calle Piedras desde Río Branco. Hasta hoy siguen apareciendo rocas sueltas en la dársena II, a 10 metros de profundidad y capas rocosas en las obras de prolongación del Muelle C. Aquellos primeros habitantes de Montevideo para poder hacer funcionar aquella bahía como instrumento de puerto, debieron primero acercarse sin riesgos con embarcaciones menores de la orilla costera a los barcos de ultramar fondeados y para ello debieron rellenar y rellenar cuadras y cuadras de terrenos pedregosos hasta llegar a los límites del actual puerto. Como lo hemos dicho alguna vez, el puerto de Montevideo, en definitiva, resultó un amplio espacio, de más de 200 hectáreas tomadas a las aguas de la bahía incluida la calle 25 de Agosto, donde quietas aguas las cubrían y en algunas partes hasta la calle Piedras. Nosotros conocimos parte de la rambla portuaria empedrada, a la altura de Juan Carlos Gómez y 25 de Agosto, donde estaba la vieja ANP. Pero entendámonos, fue una bahía protectora, de forma de herradura privilegiada y tanto es así que la Corona española lo seleccionó a lo largo del Atlántico Sur para establecer su base naval estratégica defensiva o sea lo que a partir de 1776 convirtió a Montevideo en el Apostadero Naval, el mejor de todos los puertos atlánticos. Cincuenta años más tarde ya se estaban tendiendo muelles de madera a la altura de Maciel y ya comenzaba a pergeñarse nuestro gran puerto cuya construcción comenzó en 1901. Fue un puerto bien conocido, emprendedor, responsable, con gente en un 58% extranjera muy trabajadora, sobre todo croatas, triestinos, eslavos, o sea una población de perfil muy europeo. Los italianos no optaron por Uruguay sino por Argentina, según las estadísticas. A partir de mediados del siglo XIX este puerto entraba en un camino de progreso y expansión, dentro de una bahía con perfiles espirituales europeos y su operativa y fama fue conocida mas allá de España. En aquellos días, se podía juzgar el grado de avance y riqueza del país visto desde Montevideo, por las obras portuarias que iban juntas con el incremento de las exportaciones de cueros salados o secos, carne charque o tasajo, astas, crin, etc. Los documentos de la época hablan de tiempos que en el puerto se cargaron y salieron barcos en cosa de diez días con casi medio millón de cueros crudos llevados para España.

LA IMAGEN.

Esta imagen que ofrecemos hoy, realmente explícita, muestra un área de cambios portuarios y obra civil de principios de siglo bien importantes cuando aún faltaban muchas cosas por hacerse: el edificio de la Administración Nacional de Puertos, el muelle de Escalas o Terminal de Contenedores, el edificio de la Aduana, la Dársena Fluvial, parte de la calle 25 de Agosto aunque ya habían construido por los años 1880 los viejos depósitos Santos, Aduana Nueva, Julio Herrera y Obes y el Artigas. La foto que publicamos muestra muchas cosas de nuestro pasado (alrededor de 1928) portuario y lo que más salta a la vista es que el agua de la bahía cubría aún los límites de la calle Maciel; hasta aquí se había rellenado y lo que sería más tarde 25 de Agosto, aguas que bordeaban la península.  A la izquierda, esquina casi Maciel, vemos la antigua Barraca de Wilson Sons que estaba instalada desde 1845 en tierras de la costa norte (herencia de Xavier de Viana), más precisamente en la llamada Rambla Sudamérica y San Fructuoso con un pequeño muelle para recibir lanchas con carbón de los barcos de ultramar. Sin embargo, el gobierno uruguayo en 1905 emitió un decreto prohibiendo a las barracas de carbón operar en áreas de la ciudad por razones de contaminación. A continuación de la barraca Wilson le sigue un galpón que parece abandonado, seguramente manipulaba también carbón y a continuación le sigue la famosa barraca de Mann George Depots cuyo solar llegaba hasta Guaraní con fondos en Piedras. Seguramente, esas barracas habían dejado de funcionar en la Ciudad Vieja pero seguían conectadas a intereses marítimos con Montevideo. Wilson seguía trayendo carbón y Mann Gerge representaba también líneas navieras internacionales.  En cuanto a Wilson Sons, conocimos ese edificio ya en manos del estado atendiendo allí oficinas de los Servicios de Estiba (CASE-ANSE) y más tarde Comedor Público. Bueno, volviendo a los otros dos solares, fueron adquiridos por la ANP en los años 1940, para la construcción de su actual edificio que se inauguró en agosto de 1949 y la piedra fundamental se colocó en marzo de 1945. Siguiendo ese frente de barracas y cruzando la calle Guaraní, aparece otro terreno donde años más tarde se construyó lo que se conoció como Hotel de Inmigrantes, edificio aún en pie, aunque ahora es una dependencia militar. Hace años, nos recordaba el muy apreciado amigo Dante Iocco que conocía muy bien ese barrio que junto con Boris Christoff se iban a bañar a una playita que estaba precisamente allí, donde años más tarde se levantó el Hotel Inmigrantes.  Y esa playita puede verse muy bien en la foto porque la identificó el propio Iocco. Por último, la imagen muestra siempre sobre ese frente de barracas en la imaginaria 25 de Agosto, las instalaciones de una famosa piscina que formaban parte del Hotel Balneario Nacional de Emilio Reus que no se inauguró nunca porque el banco quebró, lo mismo que su fortuna personal que no la tenía se perdió y él murió en la pobreza a los 33 años. El hotel lo visitamos y tomamos decenas de fotos y era una genialidad en sus interiores, salones sociales decorados en oro, mármoles, escalinatas reales. La piscina era de lujo sin igual, pensada para atraer a los ricos porteños igual que el hotel con todos los lujos imaginables.

EL FRANCÉS.

Todo quedó abandonado hasta que apareció un empresario francés innovador que al año siguiente se quedó con la piscina donde instaló una casa de baños de gran categoría que se le conoció como Establecimiento de Baños cuyo propietario fue Gounouhliou, un conocido comerciante francés muy emprendedor que tenía otros varios comercios, entre ellos, un bar cercano en la Ciudad Vieja. Para hacerla corta, dicen que el Club Guruyú es una deformación de ese apellido francés que nadie en el puerto pudo pronunciar. https://negocios.elpais.com.uy

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