Por C/A ®Hugo Viglietti
Volviendo a aquel noviembre de 1980 en nuestras latitudes, la Armada continuó con sus buques, las tareas de búsqueda y el hundimiento con artillería de los contenedores, para dejar libre de peligros la ruta marítima comercial de nuestras aguas. El “humor de los muelles” bautizó esta última tarea como la batalla de los contenedores, porque algunos demoraban en hundirse y requirieron de muchos disparos. Tal como ocurrió en aquella oportunidad con los diarios, también en el chat las voces se fueron espaciando… como si los leños de ese fogón virtual se fueran apagando…el Capitán de Navío ANDRÉS DURÁN FARACO, que en aquel entonces tenía 4 años y hoy es un hombre con mucha cubierta bajo sus pies, sorprendió aportando el curioso dato del destino final del bote del “Harp”, en el parque infantil del Apostadero Naval de la Paloma, El Cabo de Segunda MIGUEL CARDONE, comentó que al salir de su guardia en Sala de Turbinas, encontró a uno de los rescatados, acostado en su cama. Su reacción fue abrigarlo más con la frazada. El Capitán de Corbeta EDUARDO ANDINO y el Suboficial de Cargo GUSTAVO LIENCRES, ambos a bordo del Destructor “Uruguay” tuvieron un pequeño diálogo de maquinistas, donde Andino mencionó con asombro que estuvieron 5 horas para hacer 15 millas a full, por la fuerza del mar de proa y Liencres le contestó que como buen panza (novato) en aquel entonces, le había tocado el puesto en el servomotor, uno de los lugares donde más se sienten los rolidos y cabeceos de todo buque y no encontraba acomodo, lo cual sumado al agua que entraba por un ventilador, lo hizo pasar bastante mal. El Suboficial de Cargo HEBER PEREJA, a bordo del ROU04 “Pedro Cambpell”, señaló como costó hundir algunos contenedores, pese a que le disparaban con las piezas de 40 milímetros y destacó también, como, pese a sentirse mal por la tormenta, todo el mundo respondió y estaba en cubierta buscando posibles sobrevivientes.
CABO DE PRIMERA HÉCTOR LAGUNA: “Cuando volvimos a Puerto, sentí en ese momento una gran tranquilidad y agradecimiento hacia todos mis compañeros, ya que regresamos todos sanos y salvos, cumplimos una misión, rescatamos 6 náufragos y confirmamos el grado de alistamiento del material y personal del buque ante un mar muy embravecido. En estas situaciones, uno toma realmente dimensión de lo que se hizo, ya muy pasado el tiempo. Hoy casi 44 años después, me siento orgulloso de haber sido parte de ese equipo del ROU03 ‘18 de Julio’, en esa circunstancia que el mar o el destino nos hizo vivir”.
CABO DE SEGUNDA WILSON NUÑEZ: “Posteriormente ya con el ‘18’ atracado, con las tripulaciones de los buques formadas en el muelle, el Comandante en Jefe de la Armada felicitó personalmente a quienes arriesgaron su vida. Los tripulantes que fuimos al agua o al bote Zodiac, fuimos ascendidos una jerarquía y los oficiales calificados con 10 en sus anotaciones personales en aptitud física y valentía. Recuerdo que en aquel momento me vino a la cabeza, una conversación que tuve con uno de los rescatados, natural de Sierra Leona, cuando ya estaban abrigados a bordo. Me dijo que éste era su cuarto naufragio y que pensaba volver al mar, porque tenía una esposa y varios hijos que alimentar y esto era lo que él sabía hacer. Para mí, fue una historia que jamás olvidaré, no fue solo empatía o cumplir una misión, fue salvar vidas. Lo conté con mucho orgullo a mis hijos primero y a mis nietos ahora.
CAPITÁN DE NAVÍO LUIS CHABANEAU: “La tripulación toda se portó muy bien, Uriarte y Cor tirándose al agua, los que fueron sobre el bote Zodiac, Martín descolgándose por un cabo sobre el casco del barco para intentar ayudar. Fueron todas acciones muy riesgosas y lo que más quiero destacar es lo me dejó esta experiencia: uno aprende, foguea su carácter profesional, navega y va entendiendo lo que es el mar. Pero el verdadero aprendizaje es cuando se está ante una situación de emergencia. Ahí afloran fortalezas que son insospechadas. Con la terrible tormenta que soportábamos, con las escoras y lo que se vivió, era tanta la adrenalina y las ganas de ayudar que ningún tripulante se sintió mareado, el personal en la sala de máquinas arreglando el blackout sin que nadie aflojara. Uno piensa, cómo somos los seres humanos y que importante es prepararse profesionalmente para situaciones de emergencia y lo importante de entrenar y capacitarse para una actividad profesional que en algún momento nos puede demandar un esfuerzo por encima de lo racional. Como sería en una situación de combate, la gente en el mar, los náufragos luchaban por su vida, y a bordo también la tripulación podía haber terminado en el agua con consecuencias trágicas… pero nadie echó para atrás… esa sensación de ‘vamos que podemos’, todos consustanciados con el momento que se vivía y con salvar vidas. Lo que allí pasé, se grabó a fuego muy dentro mío”.
CAPITÁN DE NAVÍO JOSÉ URIARTE: “Hice lo que hice por la simple razón de intentar rescatar a gente de mar como yo. Había visto pasar flotando boca abajo, al cadáver de uno de los náufragos, con la impotencia de saberlo muerto y no quería que pasara lo mismo con otros. No pensé en nada, ni siquiera en mi familia, actué por entrenamiento, solo pensaba en sacar gente del agua, quizás por eso, por no pensar, no analizar, nunca tuve miedo. Luego trasmití varias veces esa experiencia como modo de enseñanza, de instrucción, en la Escuela de Guerra Naval. Si me pregunta ahora si haría lo mismo, con 76 años y cuatro by pass cardíacos, capaz que me vuelvo a tirar al agua helada”. Me miró y con una sonrisa irónica complementó: “pero seguro no saldría a flote”. Y yo le creí ambas cosas.
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Extraío del muro de Facebook
Nota: Hola amigos, comparto otra historia real ocurrida en nuestras aguas. Publicada en la Edición 104 de la Revista Naval, fue escrita de la mano de los protagonistas de ese increíble y trágico episodio. Como Facebook no permite negritas y cursivas, he jugado con mayúsculas y líneas de guiones para separar sus narrativas. CA (R) Hugo Viglietti