VIDAS GANADAS, VIDAS PERDIDAS (Parte III)

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Por CA (R) Hugo Viglietti

CAPITÁN DE NAVÍO LUIS CHABANEAU: “Finalmente se logró bajar el bote por la aleta de babor y durante el tiempo que se bajó el motor hubo momentos aterradores, porque el mar estaba tan fuerte que desde popa de repente dejábamos de ver al bote en el agua, pues era como que se metía abajo del buque, como si la popa se lo tragase y cuando el rolido se invertía, el desplazamiento de la masa de agua lo expulsaba, lo apartaba de debajo de él. Era tremendo, yo me imaginaba los que estaban en la balsa que sentirían viendo esa mole de acero, las casi 2.000 toneladas del ‘18’ como que se levantaban y luego se les venían encima… pero nadie aflojó en la maniobra, ni ellos abajo, ni nosotros arriba y manteníamos al bote Zodiac unido al buque con cabos que permanentemente íbamos lascando y cobrando por la forma feroz como se hamacaba el ‘18’. Un Guardiamarina joven, CARLOS MARTÍN, arriesgando al límite se descolgó por el casco del buque tomado de un cabo para intentar ayudar

CABO DE SEGUNDA WILSON NUÑEZ: “La situación en la balsa pasó por momentos terribles cuando estábamos en la popa a merced del mar, veíamos al casco levantarse y parecía que caería arriba nuestro, pero luego al caer nos empujaba hacia afuera. Las líneas de vida que nos mantenían unidos al buque, nos daban tranquilidad, porque desde abajo los veíamos firmes. Logramos rescatar a 3 náufragos del agua, alguno se aproximó nadando, otros fuimos hasta ellos como podíamos. Estaban muy asustados y la hipotermia ya les quitaba fuerzas. En el bote los rescatistas acumulamos tanta adrenalina que los sacábamos del agua como si fueran plumas, sabíamos que o los subíamos al bote o se morían”.

CAPITÁN DE NAVÍO JOSÉ URIARTE: “Ya al aproximarnos empezamos a ver pecios y tripulantes en el agua con salvavidas puestos pidiendo auxilio. El Comandante procedió de acuerdo al PON que estaba vigente en esa época, no recuerdo el número y establecía que la tripulación tenía que ocupar puestos de maniobra. Vi que el buzo Wilson Nuñez agarró a un primer náufrago, pero no lo podían subir pues ya con hipotermia, el hombre estaba duro.  La corriente los dejaba casi pegados al barco y se venía un contenedor contra el gomón y entonces yo pensé a esta gente los mata, los va a apretar contra el casco, hay que salvarlos, no pensé en mí, no pensé en nada y en forma espontánea, me tiré al agua porque dije hay que salvarlo… creo recordar al Guardiamarina Martín y al Marinero Antonio Cor descolgándose con un cabo y por la escala de gato para ayudar a separar ese contenedor… luego pensando fríamente tendría que haberme tirado con una línea de vida para no separarme yo del barco, pero la adrenalina me llevó a eso, y ni siquiera me permitió tener miedo. Me puse abajo del individuo y lo saqué a flote. De cubierta me tiraron un cabo y traté de amarrarlo y no podía porque el hombre tenía los brazos pegados al cuerpo por la hipotermia. Entonces yo me amarré a él, manteniéndolo abrazado y nos izaron a los dos a bordo, luego en la balsa pudieron rescatar a otros”.

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Una vez a bordo, los 4 náufragos fueron atendidos por el médico embarcado, que sobreponiéndose al desconcierto inicial (éste era su primer embarque) y a los alocados movimientos del buque, tuvo una actuación excepcional. Ayudó que justamente Chabaneau, poco tiempo atrás había implementado para el 5º Departamento del buque (Suministros) un procedimiento dentro de los denominados “Roles de Emergencia”, el de “Rescate y Asistencia”. En efecto, un año atrás, en 1979 cuando se había realizado la reparación mayor de1 “18” en Río de Janeiro, cada jefe había impuesto su impronta en los cargos. Él había estudiado sobre organización a bordo, en manuales de nuestra Armada y de la Armada de EE.UU. e incorporó al manual orgánico del 5º Departamento, como actuar ante la asistencia a un naufragio en su área de responsabilidad, cómo ayudar a los náufragos, desde detalles de forma, cómo poner su ropa en una bolsa e inventariarla, llenar el formulario de datos de cada uno, también inventariar y poner a resguardo documentación u otras pertenencias de cada uno, hasta cuestiones más de fondo, sobre cómo preparar la enfermería o montar un hospital de campaña si el local de enfermería era sobrepasado. Se dio justamente ese caso y tal como se había entrenado, se montó rápidamente en el comedor de personal ese hospital y cada tripulante actuó con la tarea que debía. Nadie quería perder una vida, luego de haberla arrebatado del mar. El doctor sabía lo que hacer, hizo desnudar a los náufragos y secarlos, no abrigarlos enseguida, sino primero frotarles el cuerpo con alcohol y someterlos a una rigurosa revisación clínica para evaluar su estado de salud. Medidas acertadas, pues si se les hubiera puesto de entrada en un ambiente cálido, al estar con hipotermia, se podía haber provocado su muerte. Varios tripulantes colaboraron con la tarea. El médico debió prestar especial atención a algo curioso, pero entendible: aún luego de un buen rato siendo atendido, uno de los rescatados, de nacionalidad hindú, seguía en estado de shock y con ojos aterrorizados agarraba del brazo a todo el que pasara cerca. Luego de ese frotado de alcohol y un baño de agua caliente, se necesitaba vestirlos, obviamente con ropa seca y abrigada. Allí apareció la solidaridad de varios oficiales y tripulantes, que también en forma espontánea fueron a buscar sus ropas de civil, los vistieron, se les proveyó de artículos de higiene personal y luego se les dio calor acostándolos en camas con frazadas. Horas más tarde se levantarían y cenarían juntos, con varios miembros de la dotación del “18” dándoles charla y ánimo, en un inglés que podía no ser el mejor de ambas partes, pero con una solidaridad que sí, era la mejor: la de los hombres de mar.

Mientras tanto la navegación proseguía esquivando contenedores y manteniendo la búsqueda de más náufragos. Por radio se enteraron que otro buque que estaba colaborando con el incidente de búsqueda y rescate. El “Dorli” un barco gemelo del anterior, de la misma compañía que navegaba en cercanías, había rescatado a 6 tripulantes que habían sobrevivido en una de las embarcaciones de emergencia del “Harp”. Entre ellos iba el atribulado Comandante. En determinado momento surgió una esperanza cuando se avistó una balsa, pero cuando el Destructor se aproximó, todos vieron con desazón que la balsa estaba vacía. La búsqueda continuaba. Desde la cercana Base Aeronaval “Capitán de Corbeta Carlos Curbelo” despegaron un avión y un helicóptero con el objetivo de colaborar con la búsqueda, pero la dureza de la meteorología impidió la ayuda desde el aire. A bordo, ya sabían por los sobrevivientes rescatados, que la tripulación era de 17 marinos, los oficiales de nacionalidad inglesa y los tripulantes variada, hindúes, polacos y africanos. Faltaban 7 hombres. Al promediar la tarde, el Pampero fiel a su costumbre, con la misma rapidez que se había levantado, comenzaba a amainar. Fue entonces cuando se logró ver a otro náufrago en el agua y hubo, una vez más, otra acción de coraje

CAPITÁN DE NAVÍO JOSÉ URIARTE: “Me volví a tirar al agua, pero esta vez ya en forma más meditada, llevando además de mi salvavidas, una guindola que me mantendría sujeto al buque. Llegué nadando hasta el náufrago, le grité en inglés que no se preocupara y se aferrara a los cabos de la guindola, que yo lo llevaría nadando hasta el buque. Y así lo hicimos. Al aproximarnos a la banda, me tiraron un cabo, lo amarré y lo izaron. En ese momento sentí un cansancio profundo, estaba agotado por el esfuerzo físico y empecé a derivar alejándome del Destructor. Estaba con aquellos salvavidas viejos de la Segunda Guerra Mundial, de corcho y me dejé flotar para intentar recuperar fuerzas, pero me iba, irremediablemente me iba”.

Aquí hago un alto en las palabras del CN Uriarte para poner el adecuado contexto a lo que fue su siguiente comentario. Este oficial, había egresado de la Escuela Naval con el número 1 de promoción y caracterizó su vida naval, en la que llegó a navegar más de 300.000 millas, por un accionar de mucho profesionalismo, seriedad y exigencia a sus subordinados, la misma que aplicaba para él mismo. Rayano en la parquedad, no era de palmadas en la espalda y tuvo siempre un sentido del humor sutil. Cuando ocurrió este episodio ya era un experimentado Teniente de Navío, Jefe de Departamento. Al contarme el momento en que se volvió a tirar al agua para este segundo rescate, con la misma cara seria, sin mover una pestaña siquiera, me dijo “cuando vi que empezaba a alejarme del buque y me fallaban las fuerzas, imaginé que en la proa estarían los oficiales jóvenes riéndose y aplaudiendo” … no fue así, uno de esos oficiales jóvenes, el Alférez de Fragata RICARDO SCHUNK logró tirar un cabo con la suficiente fuerza, del cual Uriarte se pudo asir. Para tranquilidad de todos, luego de recuperar fuerzas, Uriarte volvió nadando y fue izado a bordo. El hombre que había rescatado resultó ser un oficial británico y más tarde, ya recuperado y abrigado, comentaría algo que emocionó a quienes lo escucharon: “Ya no podía más, estaba agotado, sentía que había llegado al límite, la hipotermia me dormía y estaba pensando en entregarme, en dejarme ir, cuando vi el humo de la chimenea del Destructor y sentí que había esperanza”.

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Para ese entonces, ya definitivamente amainado el Pampero, el “18 de julio” recibió la orden de retornar a la bahía y ceder su lugar a los otros destructores, que junto con el “Campbell”, procederían a la búsqueda de esos náufragos. En el “18” habían visto pasar impotentes dos cuerpos boca abajo, señal inequívoca de que eran cadáveres, pero aún faltaban 4 de los que no había noticia. Hay momentos en la vida, en que una persona tiene una sensación especial, llámese intuición, premonición, los cristianos podríamos hablar de una señal. El Capitán de Fragata Julio Lamarthee recibió la orden de finalizar la búsqueda, pero algo movió al Comandante a seguir navegando unas millas más en el sector donde estaban buscando, antes de volver. Y entonces lo vieron. El vigía de estribor dio la primera voz de alerta. En medio de la flotilla de contenedores a la deriva, montado a horcajadas arriba de uno de ellos, semi hundido, aferrado no se sabe cómo a la esquina más alta del contenedor, concretamente a la única esquina que estaba sobre la superficie, unos brazos se agitaban en clara señal de pedir auxilio. Inmediatamente el buque puso rumbo a ese contenedor. Con el motor de la Zodiac estropeado, ésta ya no era una opción viable, por lo cual el Comandante maniobró para sotaventear al contenedor, aproximándose por barlovento. Como fue dicho el “18” tenía una sola hélice, no era fácil la maniobra y debió hacer varias evoluciones para acercarse. Si bien había aflojado la intensidad del viento, el mar seguía crespo. No obstante, el Comandante, muy marinero, maniobró con pericia y al fin logró aproximarse lo suficiente. Al hombre ya se le veía de cerca, estaba completamente seco, pero con frío, pues obviamente ya llevaba entre 6 y 7 horas en esa situación Se le tiraron guindolas para que las alcanzara y una vez más se arrió la escala de gato, esta vez por la banda de estribor. Se le vio indeciso al hombre, pero al final se tiró al agua y trató de alcanzar alguna de las guindolas, empero la traicionera corriente podía más que él. Comenzó a derivar sin llegar a las guindolas y aterrorizado, nadó para retornar al contenedor, donde volvió a aferrarse como pudo a los costados de este. El Comandante volvió a maniobrar para acercarse más, pero el hombre temblando no dejaba el contenedor y allí se dio nuevamente otra muestra de valentía, cuando el Marinero ANTONIO COR se ofreció voluntario para tirarse al agua y nadar hasta el contenedor que había quedado muy cerca, por la maniobra del Comandante. Así lo hizo y llegó hasta el tripulante que dejó el contenedor y volvió asido a una guindola con Cor, para ser luego ambos izados a bordo.

Terminaba para el “18 de Julio” el evento de búsqueda y rescate, con 6 vidas salvadas. Sumadas a las 6 que rescatara el otro buque, fueron 12 vidas ganadas y 5 vidas que lamentablemente se perdieron en ese reclamo eterno que el mar cada tanto ruge, exige y roba. Vidas ganadas, vidas perdidas, en esa lucha que nunca cesará entre los navegantes y el mar. Fondeados nuevamente en la Bahía de Maldonado, cuando la tormenta amainó, el remolcador “Ancap III” trasladó a los rescatados de ambos buques a la península. Algunos fueron llevados al Hospital Marítimo Punta del Este (hospital situado en cercanías de Punta Ballena que funcionó hasta 1983). Luego se alojarían en el hotel “Charrúa” donde los ubicó la Compañía armadora “Ferry Líneas Buenos Aires”. Al otro día luego de declarar ante la Autoridad Marítima fueron trasladados por el armador a Buenos Aires. Los tripulantes del “18” no los volverían a ver, ni a ellos ni a su ropa. No importó, algo muy importante había quedado dentro de cada uno.

Los principales diarios de la época dieron en primera plana y con grandes titulares la noticia. La portada de “El País” fue “DESASTRE MARÍTIMO: SE HUNDIÓ BUQUE MERCANTE ANTE PUNTA DEL ESTE”, para escribir más abajo información sobre el plebiscito entre el “si” y el “no” ilustrada con una foto del Dr. Alberto Gallinal. “El Día” tituló también en primera página: “DESASTRE MARÍTIMO: SE HUNDIÓ BUQUE MERCANTE”, informando también sobre un sismo en Italia con cientos de muertos. “El País” en páginas interiores, mostraba un croquis de la situación en el mar y los buques intervinientes, informando sobre los 12 náufragos rescatados y como la llegada de la noche limitó totalmente las posibilidades de búsqueda. En efecto, los contenedores al garete se habían transformado en peligrosos “icebergs” y los tripulantes desaparecidos, no habrían podido sobrevivir por razones de hipotermia. El diario especulaba con el desembarco de los sobrevivientes en las primeras horas de la mañana, pues las condiciones habían mejorado. Un día más tarde los diarios mostraron en sus portadas información sobre el plebiscito y noticias tales como el Presidente electo Ronald Reagan preparando su equipo de Gobierno y el Primer Ministro Menájem Beguín intentando salvar su gabinete. Como dijo un periodista español: “yendo y viniendo por la vida y sus asuntos, una noticia se monta sobre la otra y se diluye, como las olas del mar, una tras otra”. Ese segundo día se vio en páginas interiores, fotos de los sobrevivientes y se escribieron diferentes versiones, en un caso ya habrían partido para Brasil, en otro caso el destino era Londres. Lo cierto es que la información sobre el siniestro se fue apagando rápidamente. Quizás porque las tragedias en el mar son tristemente comunes. El documento consultado del Lloyd’s Register, registró que en ese cuatrimestre final del año 1980 hubo: “39 buques hundidos, 2 perdidos, 14 incendiados (aquí fue incluido el Harp), 8 colisionados, 25 destruidos (bajo este concepto se incluyen los buques perdidos por encallamiento, o por choques contra rocas, restos de naufragios, etc.) y finalmente 12 más, que algunos se reflotaron o se remolcaron o definitivamente se hundieron”. El tiempo fue pasando y con él, mejoró sensiblemente, la construcción naval y la tecnología de los equipamientos a bordo, incluyendo por cierto los elementos de seguridad. También se hicieron más estrictos, generalmente por las normas que emitía la OMI (Organización Marítima Internacional), los controles e inspecciones de las autoridades marítimas de cada país (en nuestro caso la Prefectura Nacional Naval), así como también la obligatoriedad de cursos frecuentes para los hombres y mujeres de todas las jerarquías que formasen parte de la tripulación de un buque. No obstante, cuando 20 años más tarde se llegó al final del siglo, las estadísticas de la OMI registraban una media anual de “120 accidentes marítimos muy serios” o sea uno cada tres días. Y si avanzamos dos décadas más, encontramos que, en 2020, un informe de la Agencia Europea de Seguridad Marítima (European Maritime Safety Agency, EMSA), daba cuenta de la cantidad de siniestros e incidentes marítimos, correspondiente a ese año, situándolo en 2.594. Tengamos presente que la EMSA presenta estadísticas sobre siniestros e incidentes marítimos en los que se vieron implicados buques abanderados en alguno de los Estados miembros de la Unión Europea u ocurridos en su mar territorial o aguas interiores, y también aquellos que afectaron a intereses sustanciales de Estados miembros de la UE, Estos datos permiten ilustrar la realidad que viven los navegantes. Por más esfuerzos que haga el hombre, el mar ha tenido, tiene y mantendrá por siempre intacta, su capacidad de golpear cuando y donde quiera. (Extraído del muro de Facebook del CA® Hugo Viglietti)

Nota: Hola amigos, comparto otra historia real ocurrida en nuestras aguas. Publicada en la Edición 104 de la Revista Naval, fue escrita de la mano de los protagonistas de ese increíble y trágico episodio. Como Facebook no permite negritas y cursivas, he jugado con mayúsculas y líneas de guiones para separar sus narrativas. CA (R) Hugo Viglietti

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