El reciente estudio del Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian (Washington D. C., Estados Unidos) revela que las ballenas han sufrido alteraciones moleculares significativas debido a la caza masiva que experimentaron durante gran parte del siglo XX. A partir de un análisis de barbas de ballena almacenadas desde 1946, se han encontrado altos niveles de cortisol, un indicador de estrés, que reflejan el impacto de la caza industrial reanudada tras la Segunda Guerra Mundial.
Este análisis mostró un notable incremento en los niveles de cortisol y corticosterona en 1946, tanto en las ballenas capturadas como en aquellas que lograron escapar. La constante persecución y el ruido generado por las embarcaciones habrían mantenido a las ballenas en un estado de alerta prolongado, afectando su reproducción y longevidad.
Además, se evidenció que los patrones migratorios y alimenticios de estas especies se vieron alterados, lo que ha tenido un impacto duradero en los ecosistemas marinos. Aunque la caza comercial de ballenas ha disminuido, estos mamíferos continúan enfrentando amenazas modernas como la contaminación acústica, el cambio climático y el tráfico marítimo.
El estudio subraya la importancia de comprender los efectos del estrés crónico en las especies marinas y resalta cómo las actividades humanas han influido en la biología de estos cetáceos a lo largo del tiempo, lo que es fundamental para su conservación y para futuras investigaciones sobre la evolución de sus poblaciones.
Visión Marítima