La Dinara espera tener una embarcación para análisis científico a fines de este año; además, pescadores artesanales cuentan cómo es su vínculo con la sostenibilidad. Qué pescar y qué no, cuándo hacerlo, qué técnicas y herramientas son mejores… Las claves de la pesca sostenible se sostienen en un gran pilar: la investigación y el análisis científico del ecosistema marino. Hoy, Uruguay utiliza los barcos de investigación argentinos –en el marco de la Comisión Técnica Mixta del Frente Marítimo (CTMFM)– para gestionar la Zona Común de Pesca argentino-uruguaya, pero no cuenta con una embarcación propia que esté en condiciones. “Estamos uniendo voluntades y recursos para que de acá a fin de año podamos poner El Aldebarán en funcionamiento”, contó a El País el director nacional de Recursos Acuáticos, Álvaro Irazoqui. El Aldebarán es un buque de investigación de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara) diseñado para realizar evaluaciones de recursos pesqueros, pesca exploratoria, pesca experimental, observaciones meteorológicas, oceanográficas y otras actividades científicas relacionadas “desde las 15 millas de distancia en adelante”. La última vez que se usó fue en 2020, dijo Irazoqui, y ahora la idea es reflotarlo. Las cifras “son elevadas”: “El arreglo del barco y su puesta en funcionamiento llevará entre US$ 600.000 y 1.000.000”. Además, entre julio y agosto la Dinara recibirá una embarcación más pequeña para hacer evaluaciones en la zona costera y “analizar el estado de la población juvenil de especies como corvina, pescadilla, caracol, papamoscas, camarones y demás”.
“Lo más importante para la pesca sostenible es contar con los técnicos y las embarcaciones necesarias para hacer las proyecciones científicas de biomasa”, subrayó el jerarca. De esta manera, es posible establecer las cuotas de pesca según las características de cada especie.
Diversificar la pesca
Jorge Fuster trabaja en la pesca desde hace unos 30 años. Ahora, en invierno, sale a las cinco y media de la mañana del puerto de Punta del Este en la embarcación ‘La Armonía’, para estar en la zona de pesca al amanecer, cerca de las siete. Para él, más que cuánto pescar, es importante poner el foco en qué pescar y con qué técnicas. Por ejemplo, explicó a El País que no pueden pescarse especies en estado juvenil ni hembras preñadas y que es mejor contar con equipos de pesca selectivos que no capturen eso o que, en su defecto, permitan devolverlo vivo al mar.
“Es necesario trabajar muy en contacto con la academia porque hay todo un conocimiento que los pescadores no tenemos”, dijo, y agregó: “Que enseñen cómo es una hembra preñada, la diferencia entre una hembra y un macho, cómo es el ciclo reproductivo de cada especie, etcétera”.
Brótola, lenguado, corvina, pescadilla, anchoa, palometa, cazón y angelito son algunas de las especies más comunes en la pesca artesanal uruguaya, según Fuster. También hay mucha merluza –comentó–, pero es más de la pesca industrial. Irazoqui, de la Dinara, aseguró que “no se llega a pescar la totalidad de los cupos de pesca, por ejemplo, de la corvina ni de la merluza”. De hecho, contó que el año pasado se bajó el cupo de la merluza de 75 mil a 55 mil toneladas y aun así no se ha llegado al total de pesca permitido.
“En la corvina estamos en un 60-70 por ciento del cupo, en la merluza en un 50-60. Y no por la disponibilidad del recurso, sino porque hace seis meses que tenemos el 80% de la flota nacional parada y además en los últimos 10 años la flota uruguaya ha disminuido en cantidad”, resaltó. “Tenemos la oportunidad de aumentar el esfuerzo pesquero teniendo una pesca sostenible y no lo estamos aprovechando. En el sector pesquero hace falta un plan nacional con un futuro claro de hasta dónde queremos llegar”, enfatizó. Según informó El País, los empresarios de la industria pesquera aducen el freno de sus actividades a pérdidas económicas que ya no pueden sustentar. En la nota, el representante de la Cámara de la Industria Pesquera enumeró factores como un “excesivo peso del Estado”, normativas “vetustas” y “prohibitivas”, aportes jubilatorios que implican “sobrecostos” (como la jubilación bonificada, un extra que deben pagar las empresas bajo el entendido de que la pesca es una actividad de riesgo), multas “excesivas”, y “abusos” en las indemnizaciones por accidentes. También hay especies que directamente “se han dejado de pescar”, como atún, pez espada y anchoíta. “Podemos pescar 80 mil toneladas de anchoíta al año y no pescamos ni un kilo”, subrayó el jerarca y explicó que se debe a que no se venden. Lo mismo ocurre con el pulpo, los camarones y los langostinos, “recursos que no son de tanto volumen, pero sí de alto valor”. En este sentido, afirmó que “diversificar una pesca sustentable bien dirigida y con recursos naturales que puedan exceder los valores comunes contribuye a tener una pesquería todo el año que pueda sacarle presión a los recursos tradicionales”.
Técnicas de pesca sostenible
Las técnicas más “amigables con el medioambiente” son lo que se llama “artes de pesca pasiva” –señaló Fuster–, es decir, “equipos de pesca donde el pescado va hacia el equipo y no al revés”. Aplica, por ejemplo, en el caso de un anzuelo estático con carnada o una red estática, y no una de arrastre. En su barco, él trabaja con jaulas que, además de ser arte de pesca pasiva, también son una herramienta selectiva. El animal se captura vivo y se lo puede liberar en caso de no ser el objetivo; por ejemplo, en el caso de las poblaciones juveniles o en etapa reproductiva.
“Con la jaula pescamos brótola y lenguado, pescados que van a fondo, pero hay pescados que habitan más cerca de la superficie como anchoa, palometa y pescadilla. Entonces, depende de lo que cada uno pesque”, dijo. Asimismo, esta técnica da lugar a un pescado de mayor calidad y eso agrega valor. Irazoqui reconoció: “Hay mercados que lo pagan y mercados que no. En Uruguay no estamos acostumbrados a comer pescado; de hecho, seguimos con un promedio de consumo muy bajo, de 7 kilos por persona por año, cuando debería ser 12 a 15 kilos”. A modo de comparación, el consumo de carne bovina en Uruguay es de 45 kilos por persona por año, según datos del Instituto Nacional de Carnes. Este es uno de los motivos por los que aún hay pescadores que prefieren otras técnicas que les permitan pescar mayores cantidades, aunque sean de menor calidad. El pescador también hizo hincapié en que las embarcaciones requeridas para pescar con jaulas “tienen una disposición distinta”, por lo que usar esta técnica implica contar con la flota adecuada. “La normativa para cambiar un barco es de la época en que no existía el celular ni Internet, entonces aunque quieras hacerlo y te regalen el dinero, es un problema. Eso hace más difícil la pesca sostenible”, aseguró.
Cómo sé si el pescado que compré proviene de la pesca sostenible?
La Dinara está trabajando en un proyecto de “trazabilidad de pesca artesanal sostenible”, afirmó Irazoqui, pero la iniciativa es incipiente. “Precisamos tecnología para hacer el seguimiento de qué y dónde se pesca y para eso estamos haciendo un llamado en la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII)”.
“La idea es llevarlo a los artesanales para que tengan un valor diferencial en la captura y mayor rédito por una pesca sostenible certificada”, explicó.
En cuanto a los plazos, el jerarca dijo que “es un año complejo por las elecciones y hay que seguir trabajando e invirtiendo capital para llevarlo a cabo”. El llamado de la ANII saldrá “como máximo en un mes” y el objetivo es “en un año y poco” poder hacer un plan piloto en Rocha y Maldonado y después extenderlo al resto del país. El pescador Jorge Fuster integra el Pacto Oceánico del Este, una iniciativa que busca estrechar los vínculos entre la pesca artesanal, los cocineros y los consumidores a través del cuidado del ecosistema marino. Según Fuster, “hay pescadores que usan el sello del Pacto, que indica que es pesca artesanal, pero no quiere decir que sí o sí sea sostenible”.
“Es importante tener la garantía de que el producto es sostenible, que no sea un cuento. Pero el pescado sostenible es un poco más caro, porque requiere un cuidado especial y ciertos métodos que quizás bajan el volumen de pesca, y hay que ver hasta dónde la gente está dispuesta a pagar un poco más por eso”, remarcó.
Pesca en Áreas Marinas Protegidas
Beatriz Ballestero nació en una familia de pescadores, en la Laguna de Rocha. De chica ayudaba a sus padres a limpiar el pescado y hoy dirige el restaurante Cocina de la Barra junto a otras ocho mujeres de la comunidad, donde venden productos de la pesca artesanal. Para Irazoqui, de la Dinara, este tipo de iniciativas son importantes para agregar valor al trabajo: “Que no solamente extraigan el recurso, sino que también puedan prepararlo de diferentes maneras para que esa misma captura dé un mayor ingreso, lo cual, al mismo tiempo, le quita presión al recurso pesquero”. En efecto, Ballestero contó que, en el pasado, cuando el cangrejo sirí empezó a aparecer en la laguna “los pescadores consideraban que no servía para nada”, pero luego comenzó a utilizarse la pulpa en el restaurante. “Con eso lo que hicimos fue darle valor a la pesca; pescamos menos y le sacamos más valor”, destacó.
La Laguna de Rocha forma parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas y se han hecho acuerdos en cuanto a la pesca para promover la conservación de la biodiversidad y el paisaje. “Por ejemplo, en la desembocadura y también en otras partes más al fondo de la laguna hay zonas de exclusión donde no se puede pescar”, mencionó Ballestero, y agregó que utilizan distintos tamaños de red para cada especie. Por su parte, Irazoqui subrayó la importancia de la investigación y la fiscalización, y contó que este año incorporaron drones para que los inspectores de la pesca artesanal puedan ver dónde están las redes e ir hacia allí, “sin perder tiempo y andar navegando y gastando combustible; es un tema de eficiencia”. En junio de 2022, el Ministerio de Ambiente presentó la hoja de ruta ‘Uruguay Azul 2030’ en la que anunció el compromiso de alcanzar un 10% de área marina protegida para fines de ese mismo año. Hoy, sin embargo, estas áreas representan casi un 2% del territorio uruguayo. La cuestión –dijo Irazoqui– es que “declarar un área protegida requiere responsabilidad, investigación y mucho acuerdo; no porque se tenga que llegar a un objetivo podemos hacer las cosas de cualquier forma”. Además, implica “un cambio en el manejo pesquero, lo que afecta a las comunidades locales de pescadores artesanales y hace que el gobierno tenga que otorgar financiamiento. No es tan sencillo”.
AGUA SUCIA
Basura en el agua
Cada día, Ballestero, Fuster y decenas de pescadores encuentran basura en los cuerpos de agua. “A veces levantás la jaula y ves bolsas de nylon, botellas, potes de yogur, que evidentemente son desechos generados en tierra que llegan a través de los arroyos y los desagües”, dijo el pescador. “Siento que en tierra no se tiene conciencia de que lo que se tira tarde o temprano terminará en el agua. A veces la gente cree que es producto de la pesca, pero es difícil que quien está trabajando en su medio tire la basura por la borda del barco, no es muy coherente”, agregó. Ballestero, por su parte, señaló que “siempre hay basura; cada vez más” y que mucha de ella queda en las redes y eso “perjudica la pesca”. https://www.elpais.com.uy/’