Cinco años después del impactante suceso del 15 de diciembre de 2018, en el que tres barcos de gran porte chocaron contra el Puente Giratorio de Carmelo, nos encontramos en un momento de introspección y análisis. Aquel día, un evento que parecía una repetición de la tragedia de 1951, no solo causó un daño físico significativo a una estructura clave, sino que también dejó una huella indeleble en la memoria colectiva de la comunidad de Carmelo. El desplazamiento del Puente de su estructura original no fue simplemente un incidente técnico; representó una interrupción severa en la vida cotidiana de la ciudad. Barrios como Lomas y Centenario se enfrentaron a desafíos inmediatos, exacerbados por coincidencias como un incendio en la misma jornada, que puso a prueba la capacidad de respuesta de los servicios de emergencia y de la comunidad en general. Este suceso destaca la importancia de la resiliencia y la preparación ante emergencias inesperadas. La capacidad de una comunidad para adaptarse y responder a situaciones críticas es un indicador clave de su fortaleza y cohesión. Además, pone de relieve la relevancia de un mantenimiento adecuado y una supervisión constante de infraestructuras críticas, especialmente en áreas propensas a accidentes o fenómenos naturales. Ahora, con el paso del tiempo, el incidente del Puente Giratorio de Carmelo se ha convertido en un símbolo de la necesidad de un enfoque proactivo en la gestión de riesgos y en la planificación urbana. Sirve como un recordatorio constante de que, en la gestión de infraestructuras y en la vida comunitaria, la prevención y la preparación son siempre preferibles a la reacción después del hecho. La lección que perdura cinco años después no es solo sobre la reconstrucción de un puente, sino sobre la construcción de una comunidad más fuerte, más unida y mejor preparada para enfrentar juntos los desafíos que puedan presentarse en el futuro.