Pito marinero en el velero Capitán Miranda – Cuento

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Por: Fernando J. Portillo

Velero Escuela Capitán Miranda: “Embajador Uruguayo en los Mares y el Mundo, Escuela de Guardia Marinas, portador de lazos y amistad, Velero de los Soles, Patrimonio de los Uruguayos sin fronteras, Goleta portadora de los sueños del marino y de esperanza de todos los uruguayos”.

El viernes primero de febrero del año 1991 me cita el Comandante de la Marina a su despacho, preocupado pues desconocía la causa del llamado concurrí con rapidez. Al llegar aguardé unos minutos en la antesala de su oficina y posteriormente su secretario – Ayudante – me hizo pasar a la misma donde se encontraba el Almirante parado en el centro de la sala, me pidió que tomara asiento en uno de los sillones clásicos con detalles dorados y anclas grabadas en su respaldo – muy cómodos e intimidantes – sentándose frente a mí. El despacho del Almirante era espacioso, decorado con un par de ojos de buey de bronce lustrado, marinas y oleos de batallas navales y buques, cortinados que hacían juego con los sillones, paredes forradas de madera lustrada – boiserie – y un gran escritorio al fondo con alfombras e iluminación que realzaban el lugar. Mientras observaba disimuladamente los detalles del lugar el Almirante toma la palabra y como es habitual comenzó a relatar diferentes problemas que en esa época se estaban viviendo en la Marina, en forma cordial, mis contestaciones eran bastante monosílabas pues no entendía aun el porqué de mi presencia ante él. Hasta que comenzó a explicarme cual era la causa por la que me había mandado llamar, – Bueno Teniente, lo cité, porque en la Junta de  Almirantes hemos decidido que usted se embarque en el Buque Escuela Capitán Miranda, el cual zarpará de Montevideo en los primeros días de marzo de este año – dijo y continuó – por supuesto que formará parte de la plana mayor del buque – Oficiales – teniendo el viaje de instrucción de los Guardiamarinas – primer grado en la carrera naval y con el que se egresa de la Escuela Naval- una duración de casi un año, tenga en cuenta que usted será el primer oficial de su Cuerpo que lo haga…

Yo lo miraba fijamente y mil cosas pasaban por mí cabeza, él continuó con su explicación, diciendo: – Se que queda poco tiempo, dígale a su Comandante que le autorice su licencia y que le quede claro que esto es un premio a la labor que ha venido desarrollando en su repartición -, agregando con una gran sonrisa: – ¿Está contento…? Está de más decir que le contesté un simple: – ¡sí! – aunque mi mente no había procesado lo comunicado-. Cuando llegue a mi repartición le informé a mi Jefe lo que me había dicho el Comandante en Jefe y me contestó que ya estaba enterado – no se si lo estaba o se hizo el importante- me autorizó la licencia y me dijo que el lunes cuatro de marzo me presentara a cumplir funciones en el ¨Miranda¨. Ya me estaba retirando de licencia de mi lugar de trabajo cuando llega un Marinero del Buque Escuela y me entrega un sobre grande que pensé que sería algún tipo de documentación relativa al viaje, lo guardé en mi maletín y me fui a mí casa. La primera noche en mi hogar, casi no pude dormir, nunca se me había pasado por la mente que me iban asignar un destino embarcado y menos por tanto tiempo, si bien había sido Comandante de guardacostas participando en muchos rescates de tripulantes y embarcaciones deportivas, así como diversos tipos de ejercicios – por pertenecer al Cuerpo de Prefectura-, por lo que mis ausencias no eran prolongadas. Cuando me recibí como Oficial de Marina, no había buque escuela en la Armada uruguaya, el Capitán Miranda había sido construido en el año 1930 en el puerto de Cádiz, España, habiendo cumplido funciones como buque hidrográfico en la Marina del Uruguay, pero recién en 1978 – luego de una gran remodelación- inauguró una nueva etapa en su historial, realizando su primer viaje de instrucción como velero escuela para los Oficiales recién egresados. Una mañana, durante mí licencia, se me ocurrió abrir el sobre que me había entregado Marinero del ¨Miranda¨, era un manual, bastante grueso con el título de toques de pito. Comencé a hojear el Procedimiento Operativo de los Toques de Pito y casi me muero, había cientos de maniobras y acciones prolijamente detalladas y a su lado los toques de pito que correspondían a cada acción detallada – por ejemplo: TOI-TOI…TO…- vi que era imposible aprenderme todo eso, guardé el manual en la valija que estaba preparando y que fuera lo que Dios quisiera…

También, por desconocimiento, no creí en ese momento que el pito de mierda fuera algo importante y me olvidé del tema. El Pito no es ni más ni menos que un Instrumento de viento, hecho de plata o latón niquelado, de unos diez centímetros de longitud, compuesto de un tubo, quilla y una bola hueca agujereada. El día indicado de mi embarque llegó, me presenté al segundo Comandante –  como es de estilo – el que no me miró con buena cara y me ordenó tres cosas con voz ronca: – Teniente, cuando terminemos de hablar, releve al Comandante de Guardia – dijo, lo que significaba que tendría que cumplir una guardia de veinticuatro horas como responsable del buque en ausencia del Comandante y continuó – En navegación deberá cumplir funciones como Oficial de Navegación, pues solo se nombraron para esta misión a dos Oficiales de Cuerpo General – navegantes – y finalizó su charla indicándome que mi cargo en puertos sería el de Oficial de Protocolo. Ya me estaba yendo cuando el Segundo Jefe me preguntó socarronamente – supongo que habrá estudiado los toques de pito, ¿no? – y quedó esperando mi respuesta – sí señor- le conteste – quede pensando que nuevamente aparecía el pito famoso en mi horizonte…- Mas tarde el Jefe de Navegación -El “Coco”, que había ingresado a la Escuela Naval un año antes que yo -, me indicó que en las maniobras de vela yo estaba designado a cargo del Palo Mesana – El Miranda es un velero tipo Goleta (Embarcación fina, de bordas poco elevadas, con dos o tres palos o mástiles), sus tres mástiles de proa a popa – desde la parte de adelante del buque hasta la de atrás son el Trinquete, él  Mayor y el Mesana – este ‘ultimo es el más cercano a la popa  -. Lo único que conocía del pito marinero, hasta ese momento, era que, desde la salida hasta la puesta del sol, el encargado de la guardia de portalón – espacio donde se apoya la escala para subir a la embarcación- debía de rendir honores con el toque de pito correspondiente a cada oficial o autoridad que abordaba o desembarcaba de los buques de guerra. Pase unos diez días a bordo del Miranda, atracado a muelle en la Dársena Fluvial del Puerto de Montevideo, hasta que llegó el día del zarpe. La banda de música de la Armada sonaba a todo volumen, me fueron a despedir amigos y familiares entre ellos mi viejo -Luis- y mis hijos. Todos los Oficiales del buque y Guardiamarinas estábamos formados en la cubierta principal en señal de respeto a las autoridades presentes y las familias de todos los tripulantes – cien en total- comenzando el buque a moverse y abrirse del muelle con ayuda de remolcadores, las sirenas de todos los buques de la Marina, remolcadores y lanchas de Tráfico hacían sonar sus sirenas -muy emocionante-. En ese momento veo desde el buque que mi hijo mayor, que en esa época tenía unos ocho años y que estaba parado delante de mi padre corre hacia el borde del muelle – se me paralizo el corazón- lo desesperante era que no podía hacer nada y cuando casi estaba pisando la cupertina – borde de muelle-  mi viejo lo alcanza tomándolo de la ropa para que no cayera al agua – volví a respirar…- la historia vuelve a repetirse, me trajo el recuerdo del caballo que se desbocó en Sarandí del Yi y me alcanzo sacándome del mismo al tomarme de los tiradores de mi pantalón…-

Al salir del Puerto de Montevideo comenzó una aventura que nunca voy a olvidar.

A partir de ese momento el pito marinero paso a ser la vedette del barco, yo lo odiaba con todo mi ser. El buque cuenta con una red de parlantes y desde el puente de mando el Contramaestre, timoneles o Cabos veteranos transmiten con el pito las ordenes que le son impartidas por el Capitán del buque, jefe de navegación o Comandantes de Guardia. Está claro que yo no entendía un carajo, en mis turnos de guardia en el puente estaba tranquilo porque sabía lo que iba a suceder o lo que se estaba disponiendo, pero cuando estaba en mi camarote o durmiendo al haber entregado mi guardia se complicaba el tema.

Cada palo o mástil, – que son los que sostienen las velas del buque – tenía un toque de pito diferente, en el primer mes cada vez que tocaban el pito, estando, durmiendo, en el baño o cualquier otro tipo de actividad, me ponía el salvavidas que se ajustaba a la cintura y con cara de boludo subía a la cubierta para cerciorarme que no fuera requerido el personal de mi palo – Mesana- para realizar alguna maniobra. Compartía mi camarote con un Oficial de máquinas bastante más joven que yo, él había realizado el embarque de egresados en el Miranda y conocía todos los toques de pito a la perfección, había momentos en los que yo estaba dormido como una piedra y me decía con vos dormida – Jefe, lo están llamando – y ahí salía desesperado dándome golpes contra los mamparos para llegar a tiempo a mi palo. Poco a poco le fui agarrando la mano – aprendiendo – a los toques de pito, uno a uno los fui aprendiendo, transformándose mágicamente como en un idioma, distinguía las llamadas a otros palos, maniobras de vela generales, y todo tipo de ordenes que se emitieran a través del pequeño instrumento de viento. Empecé a conocer hasta quien estaba en el puente tocándolo, pues había personal con muchos años en el buque a vela que lograba al hacerlo trinar en forma excepcional. En el izado y arriado del pabellón patrio se notaba en forma clara la calidad del ejecutante.  Las marinas del mundo en general desde la antigüedad lo utilizan, <<El Almirante Guillermo Brown instituyó el uso del pito marinero a bordo de los buques británicos a partir de marzo de 1814>>.

El pito marinero, fue un instrumento presente antes del año 1604 en la vida a bordo de Don Miguel de Cervantes, habiéndolo citado en su famosa obra << El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha>> comúnmente conocido como el “Quijote”. El pequeño instrumento me hizo “dar el brazo a torcer” y cambiar de opinión, su utilidad y disfrute cuando es bien tocado, así como su linaje y abolengo naval, tiraron por tierra el mal concepto inicial que tenia de él aprendiendo a respetarlo como se merece. Aprender a distinguir naturalmente las órdenes a través de la ejecución del pito marinero es algo similar a adquirir en navegación el “ Ojo Marinero”, pero eso lo dejaremos para una próxima  historia…   

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