El desempeño observado en materia de inserción internacional ha sido magro y deficiente; primero respecto a sí mismo, y luego, respecto a otras economías relevantes. El 27/10, el Centro de Estudios para el Desarrollo publicó su quinta edición del Índice de Vulnerabilidad Comercial (IVC). En él se analiza el alto nivel de vulnerabilidad de nuestro país, producto de la falta de acuerdos con socios relevantes, medida a través del acceso preferencial a mercados, y por ende, las desventajas relativas en términos de competitividad.
En concreto, el IVC para 2021 fue de 55,4. Esto significa que el 55,4% de las exportaciones uruguayas de bienes tuvieron como destinos países con los cuales no se tiene preferencia comercial alguna. Al analizar la evolución de nuestra vulnerabilidad comercial a lo largo del siglo, notamos que prácticamente no ha tenido variaciones, manteniéndose relativamente constante. En otras palabras, el desempeño observado en materia de inserción internacional ha sido magro y deficiente; primero respecto a sí mismo, y luego, respecto a otras economías relevantes.
A pesar que Uruguay ha firmado algunos acuerdos, entre los que destacan México, Chile, Egipto y recientemente Singapur, la mayoría a través del Mercosur, no parecen ser suficientes. Sólo una minoría de ellos representa destinos relevantes. Uruguay es cada vez menos dependiente de la región, disminuyendo considerablemente su peso relativo y aumentando el de países asiáticos, siendo China el caso más destacado. Sin embargo, dada la falta de tratados, este desapego de la región en favor de nuevos mercados no logra mejorar el valor del índice. Lo anterior refuerza el hecho de que, para un país, más importante que firmar muchos acuerdos comerciales, es hacerlo con socios comerciales estratégicos y relevantes, tanto en el presente como proyectándose en el futuro.
Nuestro país no es la excepción dentro del bloque. Argentina y Brasil también cuentan con un alto nivel de vulnerabilidad relativa y un estancamiento a lo largo del siglo. Los tres países tienen una marcada tendencia, desde hace ya varios años, a aumentar las exportaciones hacia destinos extra-regionales. Destacan, entre estos, países con los que no contamos con ningún tipo de preferencia arancelaria, como lo son China, Estados Unidos y los que forman la Unión Europea. Esto resalta la idea que el Mercosur no supo o no quiso reaccionar a las nuevas tendencias, por lo que seguimos sin contar con acceso preferencial a ninguno de los destinos señalados. A lo largo de las últimas décadas, Argentina se ha visto caracterizada por llevar a cabo prácticas proteccionistas y poco aperturistas, demostrando poca avidez por comerciar en mejores condiciones con nuevos destinos. Por su parte, Brasil ha variado su postura con el paso del tiempo. Aún queda por ver hacia dónde apuntará el nuevo gobierno electo, por asumir en 2023. Por último, se encuentra Paraguay, un país que destina más del 40% de sus exportaciones al bloque. El Mercosur no parece tener grandes incentivos para realizar cambios significativos en su política comercial. Dado que la inmovilización tiende a ser la norma más qué la excepción en nuestro bloque, cabe preguntarnos cómo podemos flexibilizarlo, para buscar así nuevas oportunidades vía acuerdos bilaterales con terceros países. El mundo ya ha avanzado en estas cuestiones. No hay que mirar muy lejos para encontrar exitosos ejemplos de apertura comercial. Tanto Chile como Perú han pasado por un intenso proceso de apertura desde principios de siglo. Hoy en día, ambos forman parte de una importante red compuesta por diversos acuerdos con muy relevantes jugadores en la economía mundial. Su vulnerabilidad comercial es extremadamente baja (en el entorno del 10%), a razón de contar con tratados con la mayor parte de sus socios comerciales.
Por su parte, algunos de nuestros competidores, como Australia y Nueva Zelanda, también han abierto enormemente sus economías. Esto se basó, en gran medida, en aumentar sus tratados comerciales, principalmente con países significativos para sus exportaciones. A modo de ejemplo, mientras ambos países cuentan con tratados de libre comercio (TLC) desde hace varios años con China, Uruguay continúa dejando más de 130 millones de dólares al año en aduanas chinas por razones arancelarias. Con nuevos acuerdos comerciales, parte de lo que hoy destinamos a pago de aranceles podría utilizarse para otros fines. También están los efectos dinámicos: las exportaciones aumentan en escala y se diversifican, surgiendo nuevos productos y nuevos destinos para su acceso preferencial.
Los cuatro países utilizados a modo de ejemplo, como tantos otros en el mundo, han decidido hace más de una década, qué el camino para un mayor desarrollo económico es mediante la apertura, más aún en economías pequeñas y agroexportadoras como la uruguaya. Al igual que en otros temas relevantes, la inserción externa dejó de ser algo discutible en el sistema político y la opinión pública. El Mercosur junto con Uruguay, parecen estar estancados en el tiempo. Discusiones que ya se dieron y decisiones que ya se tomaron hace varios años en el resto del mundo, recién parecen estar llegando a nuestro país. Por eso, es de suma importancia avanzar como bloque en los acuerdos planteados sobre la mesa. Más aún, el Mercosur debería ser suficientemente flexible para permitir la firma de acuerdos bilaterales, potenciando a sus socios y evitando transformarse en un verdadero lastre.
(*) Deborah Eilender, investigadora del CED