Alrededor del planeta, enormes corrientes oceánicas están viajando a nuevos lugares. A medida que estas corrientes se reubican, las aguas se vuelven más cálidas. Cuáles son las consecuencias. Todo habría comenzado a mediados del 90. Así lo indica la evidencia científica obtenida hasta el momento. Los expertos ya registran aumentos en las temperaturas promedio de las aguas oceánicas, pero hay casos especiales: hay zonas calientes que amenazan la biodiversidad y que están cambiando la dinámica de las especies. Y una de ellas está frente a la costa del Río de la Plata, entre Uruguay y la provincia de Buenos Aires. «Hay dos áreas bien definidas: un es frente al Río de la Plata y la otra, de mayor escala, que abarca toda el área de la corriente de Brasil», explica a Infobae Alberto Piola, director de Investigación en el Departamento de Oceanografía, Servicio de Hidrografía Naval y Profesor de Oceanografía en el Departamento de Ciencias Atmosféricas y Oceánicas de la UBA. Este científico, físico investigador del Conicet, hace los cálculos matemáticos para tratar de determinar las variaciones en las temperaturas y su trabajo es dificultoso: «El proceso es bastante complejo, ya que superpuesto a ese calentamiento paulatino generado por la crisis climática se producen unos saltos brutales interanuales en esas zonas. Tal vez se registra un invierno de 2º o 3º más altos de lo normal y luego, baja. Estos cambios tan grandes en períodos tan cortos hacen que desde la matemática sea muy difícil de calcular la variación», detalla. Los científicos han detectado varias zonas calientes (hotspots) en el planeta, y en el Cono Sur estas son las dos más importantes. Esta semana The Washington Post publicó también un reportaje en el que calculó, en base a otros estudios de expertos, que la variación de temperatura podría llegar a marcar hasta 3ºC más desde 1880; en los últimos 20 años ese calentamiento se ha acelerado. Aunque un cambio de 0,5ºC o 1ºC pueda parecer mínimo, los ecosistema, y el marino en especial son muy sensibles. La primera especie que desapareció, y no sólo de las cartas de los restaurantes de Punta del Este, fue la almeja amarilla en las costas uruguayas. «Los impactos en las pesquerías son importantes. Con la corriente brasileña lo que ocurrió es que las especies, como por ejemplo la sardina brasileña (Sardinella brasiliensis) buscan aguas más frías», asegura Barbara Franco, científica del Conicet y la UBA que estudia la relación entre la pesca y la crisis climática. La zona caliente (o hotspot) del Atlántico Sur es parte de una tendencia global: alrededor del planeta, enormes corrientes oceánicas están viajando a nuevos lugares. A medida que estas corrientes se reubican, las aguas se vuelven más cálidas. Los científicos han encontrado áreas similares a lo largo de los tramos occidentales de otros cuatro océanos: el Atlántico Norte, el Pacífico Norte, el Pacífico Sur y el Índico. Están entre las preocupaciones por la riqueza de biodiversidad que tiene cada una de esas áreas.
Ganadores y perdedores
El cambio climático puede ser beneficioso para los ganadores y los perdedores, especialmente cuando se trata de la pesca. A lo largo de la costa de Estados Unidos, las aguas de calentamiento rápido alejaron a las langostas del sur de Nueva Inglaterra y las llevaron al Golfo de Maine, lo que provocó el colapso de las pesquerías en un lugar y un auge en otro. Eso podría estar pasando aquí también. Aún así, es probable que las consecuencias generales de estos cambios oceánicos sean negativas, dijo Franco. Se prevé que la pesca en Uruguay y Brasil se reduzca en más de un cuarto para finales de siglo. Uno de los factores determinantes del calentamiento de estas zonas calientes están relacionadas con los vientos: «El régimen de vientos es el que gobierna hacia donde se mueve el agua, si van hacia el Norte o al Sur. Hoy lo que nos pasa es que tenemos mucho más tiempo vientos más parecidos a los que se dan en estas latitudes en verano». La merluza es una insignia del mar argentino y podría también ser víctima de la crisis climática global. Sin embargo, la sobreexplotación de la especie hace que se haga difícil precisar las razones del decrecimiento, así como también determinar su mudanza. Un paper de investigación sobre la variación de capturas de los pescadores uruguayos firmado por Piola, el experto del país vecino Omar Defeo y otros autores muestra claramente cómo ha influido esta zona caliente, cuya superficie supera la de Uruguay. «Este enfoque nos permitió evaluar la evidencia del calentamiento oceánico en los desembarques uruguayos a largo plazo (1973-2017), los cuales fueron obtenidos en su mayoría de un importante punto caliente de calentamiento marino. Los efectos a largo plazo del calentamiento de los océanos han llevado a un cambio de especies de agua fría a especies de agua caliente en la representación relativa de los desembarques locales. Este estudio proporciona la primera evidencia cuantitativa de que el calentamiento oceánico ha estado afectando cada vez más a las pesquerías industriales uruguayas durante los últimos años. los últimos decenios, y pide que se considere urgentemente la posibilidad de introducir cambios en el medio ambiente a fin de gestionar las poblaciones de peces, en particular las compartidas con los países vecinos», concluyen los científicos en la investigación. Piola además destaca en diálogo con Infobae que ya hay mucho impacto ambiental por esta situación. Y que los cambios más notorios se han producido en los últimos 20 años. Lo más negativo es que la tendencia en términos de temperatura parece indicar que los registros altos serán lo más común en los escenarios futuros. Todo un desafío para los Estados a la hora de planificar. http://www.nuestromar.org