Entre el luto y la gloria (PARTE I)

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Por el C/A  (R )  Hugo Viglietti

Es un lugar con magia, con un atractivo a mitad de camino entre la belleza de la naturaleza y el aire insondable de lo místico. Está situado en una pequeña altura acantilada de nuestro Montevideo, en un entorno de jardines bien cuidados y árboles que se elevan al cielo como celosos protectores de las familias que allí se reúnen en los días de sol o las parejas que pueblan sus atardeceres. Su rasgo más hermoso sin embargo, es su proximidad al mar. En realidad no es el mar, es el Río de la Plata, pero está allí, a metros de donde rompen las olas en tiempos de Pamperos o Sudestadas. Si se lo mira con atención puede haber muchas interpretaciones… un puño crispado, un torso en lucha contra algo que no se entiende bien que es… un timón o una estrella lo corona… es una compleja comunión de símbolos que atrapan al caminante distraído. A través suyo la vista se deleita con los azules cambiantes del cielo y del agua. Allí, en el agua, estuvo su génesis, muchos años atrás, a mediados del siglo pasado…

Año 1954

            Agosto es un mes tristemente unido a tragedias en nuestras aguas y la del 7 de agosto de 1954 golpeó fuerte a toda la sociedad uruguaya. Un buque pesquero, el “Isla de Flores”, varó en el veril norte del Banco Inglés, 20 millas al sur de la costa capitalina. El SOS radiado en momentos en que se desataba una fuerte tormenta, activó el mecanismo de Búsqueda y Rescate de la Armada Nacional que acudió de inmediato con los escasos medios a su disposición. Fue así que el Destructor “Uruguay” primero y su gemelo, el Destructor “Artigas” luego, zarparon para ayudar al pesquero varado. Fue una historia de tragedia sobre tragedia. El “Uruguay”, imposibilitado por su calado y porte de acercarse, arrió su embarcación menor y allá fueron 9 valientes a enfrentarse a un mar embravecido e intentar socorrer a los pescadores. Luego de varios intentos lograron llegar al pesquero pero la fuerza de la tormenta terminó golpeando y destruyendo la embarcación menor y el “Isla de Flores”, herido y maltrecho sumó a su aislada tripulación a los hombres que habían acudido en su auxilio. Para ese entonces el “Uruguay” también quedaba varado en el traicionero Banco y llegaba a la escena el Destructor “Artigas”. La noche y el fragor de la tormenta dificultaban enormemente las tareas de salvataje. Con las primeras luces del alba, en una embarcación arriada desde el Destructor “Artigas” una tripulación de 7 bravíos voluntarios logró llegar hasta el pesquero. Lo que vieron fue terrible, tan solo tres personas lograron sobrevivir aferrados al palo de la embarcación y por ende a la vida, dos de los rescatistas y el Patrón del pesquero. Tristemente 13 hombres de mar perdieron la vida, 8 de la Armada y 5 pescadores. Uno de los marinos fue el Guardia Marina (CIME) Jorge BIDEGAIN, quién con apenas 22 años de edad y desaparecido en aguas del Río de la Plata, se convirtió en el primer Oficial del Cuerpo de Máquinas y Electricidad en perder la vida en acto de servicio.  Fue el primero, lamentablemente no el último.

Año 1966.

            En efecto pocos años después, otro hecho luctuoso marcaría el fallecimiento de otro oficial CIME, el Teniente de Navío Alejandro DELSIGNORE y también el viejo “Tigre”, el ROU01 “Uruguay” estaría vinculado a esta historia. Ocurrió en aguas internacionales en el marco de la UNITAS VII. Estos ejercicios combinados, durante muchos años permitieron a nuestra Armada interactuar, aprender y compartir conocimientos, fomentando la confianza mutua entre las Armadas y por ende, los países de la región. En esa oportunidad, el Oficial presentó un cuadro agudo, que tratado en tierra en forma rápida, habría podido quizás solucionarse con normalidad. Lamentablemente sucedió en el mar, lejos, en aguas azules y a una distancia de la costa que demoró su debida atención. Primero lo atendió un médico a bordo, luego se hizo trasbordo a otro buque con mejores capacidades hospitalarias, mientras se mantenía el rumbo al puerto más cercano a toda velocidad. Arribado a Puerto Belgrano, Argentina y trasladado a un hospital donde lucharon por su vida, lamentablemente dejó de existir.

Año 1972.

Seis años más tarde, el 13 de mayo, una nueva tragedia, cercenaría otra vida joven. A diferencia del anterior, esta vez ocurrió en aguas marrones. El Alférez de Navío (CIME) Hermes SARLI, de 28 años, siguiendo una vieja tradición familiar de dos generaciones, había cenado la noche anterior con su familia, tal como hacían una vez al mes, en un restaurante de su barrio, el Cerrito de la Victoria. Lo hizo con su esposa y sus dos hijos, un varón de tres años y una niña de uno. Al regresar a su casa y luego de acostar a sus hijos, dado que el buque zarparía temprano, pasó el resto de la noche charlando con su esposa.

La Armada desde siempre había realizado acción cívica en las islas de nuestro litoral Oeste, colaborando con los isleños que antes las habitaban, llevándoles provisiones y medicinas entre otras cosas. Hacia allí zarparía el ROU26 “Huracán” pero en esta oportunidad con otra misión complementaria. Eran tiempos difíciles para una sociedad cuya democracia se veía atacada por una subversión violenta. Hasta el clima parecía unirse a esos tiempos convulsos y el otoño normalmente calmo era dominado por tiempos tormentosos. Su esposa le expresó su preocupación por las condiciones en que saldrían a navegar y el joven marino le contestó: “entre los subversivos hay gente que ha dejado de lado familia y fortuna para pasar a la clandestinidad. Si nosotros queremos ganar esta guerra para dejarles un país mejor a nuestros hijos, tenemos que estar a la altura”. Ella lo acompañó hasta la calle y lo despidió con un ruego: “por favor cuidate”. No volvería a verlo con vida.

            Sobre la noche del día siguiente, remontando aguas arriba el Río Uruguay, el ROU26 “Huracán” llegó a proximidades de Nuevo Berlín, ya con una fuerte tormenta desatada. En tiempos de temporal, el río se comporta casi como aguas abiertas, con un mar picado y fuerte correntada. El escenario se agravaba por una fuerte tormenta eléctrica, en esa zona focalmente intensa. Pese a las duras condiciones el Comandante del buque ordenó arriar la lancha y allí partió una tripulación al mando del AN (CIME) Hermes Sarli para inspección en una de las islas. Como buen líder militar y viendo la impresionante tormenta eléctrica, el Oficial ordenó a su personal dejar los fusiles en el plan de la embarcación, bien bajos y tapados con una lona. Pensó y se preocupó por ellos; no por sí mismo, o si lo hizo, quizás haya estimado que la superficie metálica de su pistola de reglamento, era demasiado pequeña y no riesgosa. Muy cerca de la costa, casi llegando y con Sarli parado en la proa de la embarcación y por ende su pistola, en un punto alto de la pequeña embarcación, ocurrió lo impensado. Una fuerte descarga eléctrica, quizás no un rayo sino una centella, impactó en él. El golpe y el estruendo fueron fuertes y varios cayeron al agua. Sarli fue rescatado y conducido a la arena de la isla, donde intentaron reanimarlo. Fue inútil. La historia de nuestra Armada agregaba otro blasón de luto.

Ese niño de tres años que no volvió a ver a su padre, pasado el tiempo ingresaría al Liceo Preparatorio Naval. Con una inicial y natural cuota de aprensión de su madre, pero con todo su apoyo luego, se graduaría como Oficial CIME en la Escuela Naval. Llevando el mismo nombre de su padre, con orgullo y satisfacción plena, tendría una brillante carrera naval, retirándose con la máxima jerarquía legal de Capitán de Navío.

Paradojas de la vida y del mar, otro Hermes Sarli, su abuelo, el padre de su padre, había sido uno de los tripulantes del buque mercante uruguayo “Montevideo”, torpedeado y hundido por un submarino alemán en el Océano Atlántico durante la Segunda Guerra Mundial. Con apenas 19 años formaba parte de la tripulación con el rol de engrasador y había dejado su guardia en sala de máquinas, diez minutos antes de que impactara el torpedo que mató en el acto a toda la guardia en sala y hundió en minutos al carguero.

Nota: del libro «Un siglo moviendo las hélices de la patria» 

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